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Revista Mínima, un proyecto enorme en formato mini

Entrevista a María Zeta, una de las editoras de Revista Mínima, una publicación periódica que estuvo dedicada a la ilustración en pequeño formato por varios años, de la que salieron siete ediciones que difundieron la obra de alrededor de doscientos ilustradores de todo el mundo, y de las que aún quedan circulando los últimos ejemplares. Su formato, el concepto gráfico/estético que la definió y la experiencia de producción y financiamiento del proyecto, lo convierten en una experiencia interesante de recuperar y compartir para todos aquellos interesados en el mundo de la ilustración y de la producción editorial independiente.

Cuando uno ama los libros suceden cosas lindas. Uno lleva y trae libros en la cartera, en la valija, de viaje, etcétera. Uno se va de vacaciones y vuelve usualmente con más material de lectura del que llevó. Eso me sucedió hace ya varios años, en el verano del 2014, cuando viajamos a Esperanza (Santa Fe) a visitar la familia y en el medio de viaje conocimos a María Soledad Zingerling (María Zeta) quien nos había enviado su original “El amor es circular” para que evaluáramos publicarlo en nuestro sello Ediciones de la Terraza. De más está decir que el libro fue publicado en la colección Acordeón del sello en julio de ese año y ya va por la segunda edición, o que todo lo que crea María es bello y que Mundo Zeta, su espacio/taller en Esperanza es mágico y uno quiere llevarse todo todo todo. Pero en esta nota me quiero detener en el proyecto Revista Mínima, del que María fue una de las editoras (junto a Virginia Abrigo), y a quien conocimos en ese viaje de 2014, del que nos trajimos una encomienda formato mini con la colección completa de Mínimas para nuestra biblioteca familiar y una enorme cantidad de ejemplares para poder llevar y vender en ferias cordobesas. Hoy por hoy la revista está agotadísima, (más aún de lo que ya estaba cuando nos cruzamos con ella por primera vez), pero hace un par de semanas María despachó a nuestro espacio Traficante de libros, la última tanda de ejemplares que encontró dando vueltas y me dio la excusa perfecta para reflotar esta entrevista hermosa que le hice ya hace mucho y nunca tuve tiempo de editar cuidadosamente para publicar. El proyecto, la revista, su público, la distribución y el financiamiento que la hicieron posible en un reportaje lleno de fotos. Al final de la nota incluyo enlaces interesantes para seguir navegando. Ojalá les guste.

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Revista Mínima Año I, N° 1. Diciembre 2010. Ilustración de tapa: Max Cachimba.

Revista Mínima, el proyecto

“Revista mínima es una publicación trimestral destinada a difundir el oficio de la ilustración. Cada edición se desarrolla a través de convocatorias masivas con tópicos diferentes. (…) Si hay algo que la define y a la vez la diferencia de las demás publicaciones es la mixtura de artistas, técnicas, nacionalidades y culturas, la relación entre cada artista y su obra/relato, y el acabado artesanal de cada edición. Creamos este proyecto con la principal intención de difundir a tantos otros colegas que aman ilustrar, dibujar y escribir… y no podemos negar que la terminación de cada edición es una hermosa excusa para recortar, pegar, tocar, oler y armar uno a uno cada ejemplar”. (Presentación de María Zeta y Virginia Abrigo en el blog de Revista Mínima)

El proyecto surgió poco tiempo después que María y Virginia, ambas ilustradoras, artistas visuales y editoras independientes, se conocieran haciendo una pasantía en la ciudad de Santa Fe a mediados de 2010. Comenzaron a trabajar la idea de difundir a colegas ilustradores y entre charla y charla salió la idea de Mínima. “Venía de editar una revista en Córdoba y tenía algunas ideas de publicaciones de formato pequeño”, cuenta María, y sigue: “pero cuando nos conocimos con Vir  surgió la idea de lo que terminó siendo luego la publicación. Sabía que no quería más trabajar a contrarreloj con algo mensual, que no tenía que ser de costo de producción muy alto y ambas teníamos claro que tenía que ser algo bien especial, que se note el cariño que le tenemos a las cosas que nos gusta hacer. Hablábamos horas y horas sin parar y en poco tiempo ya estábamos lanzando la primer convocatoria”. La primera edición de la revista fue publicada en diciembre de 2010, aunque de alguna manera pone en crisis el concepto tradicional de “revista” ya que el resultado fue un libro-objeto con textos e ilustraciones que vinculó varias ramas del arte.

En cada número las editoras invitaron a ilustrar las portadas a reconocidos artistas. Colaboraron en las siete ediciones ni más ni menos que Max Cachimba, Laura Varsky, Christian Montenegro, Seniorita Polyester, Isol, Cristian Turdera e Istvansch (en orden de edición), quienes compartieron el espacio con otros 30 artistas en cada número.

El proyecto tuvo importantes repercusiones: El blog de la revista fue destacado en la edición impresa del Suplemento Ñ del Diario Clarín en diciembre de 2011. En 2012, Mínima recibió una Mención del Fondo Nacional de las Artes como “Mejor Nueva Revista Impresa” en el Concurso Nacional para la Promoción de Revistas Culturales Independientes. También formó parte con stand propio en la XIX Feria del Libro de Santa Fe y en la 10° Bienal de Arte Joven de la misma durante el año 2012. Y en dos ocasiones la revista de ilustración Mínima fue llevada al formato de ‘Muestra Mínima’, la primera vez en diciembre de 2011 en La Casa Taller, en la ciudad de Santa Fe y luego en febrero de 2012 en la Fundación Ramseyer Dayer de la ciudad de Esperanza.

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Revista Mínima, Año II, N° 2. Abril de 2011. Ilustración de tapa: Laura Varsky
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Revista Mínima, Año II, N° 2. Abril de 2011. Ilustración de tapa: Laura Varsky

La revista: mínima e ilustrada

Cada revista está compuesta por una portada en formato de mini postal a cargo de un destacado ilustrador, 30 ilustraciones temáticas de diferentes autores elegidos por convocatoria y una serie de postales publicitarias que permitían el financiamiento de cada número. La clave de cada edición: un concepto temático/gráfico que generaba un packaging sumamente especial para cada revista y que la convertía en una suerte de libro-objeto ilustrado, aunque su frecuencia trimestral nos permite definirla como una revista.

“La revista se llamó Mínima por su tamaño, pero también porque sonaba tierno y simple”, dice María y explica: “El tamaño primero surgió por la intención de abaratar costos (todas las postales entran en un par de pliegos A3 impresos en colores al frente y en blanco y negro al dorso) y luego fuimos descubriendo las posibilidades y beneficios del pequeño formato. Le otorga una cualidad extraordinaria que no tiene un formato más grande: es fácil de manipular, al mismo tiempo te da la sensación de que tenés que cuidarlo o protegerlo (casi ya es quererlo) y hay que prestarle más atención a los detalles y mirarlo despacito”.

Los que conocemos a María sabemos de su afición por los objetos y libros pequeñísimos, le encanta crear en formato miniatura y le sale de manera bellamente adorable. Los que me conocen, saben de mi afición por la exploración de formas de producción alternativas, creativas y funcionales para economizar costos, sobre todo si esa limitación de costos permite la creación de formatos estéticos/creativos nuevos, cosa que se da de maravillas en este proyecto.

¿Cómo elegían la temática y la estética de cada edición?
Los tópicos salían de tirar ideas. Teníamos todos apuntados desde el comienzo, no así el orden, así que lo elegíamos antes de abrir cada convocatoria.

Packaging, tópico e ilustrador de tapa tenían que estar estrechamente conectados. Para cada packaging hicimos investigación de materiales y armamos prototipos. Para convocar a un ilustrador de tapa hacíamos también una exhaustiva investigación de la  conexión estética de su obra con el tópico elegido.  

¿Cómo fue el trabajo de selección y coordinación con todos los ilustradores?
A lo largo de la revista participaron un poco más de 200 ilustradores de todo el mundo. Con cada edición abríamos una convocatoria indicando la temática de la siguiente edición. Una vez cerrada, cada una -María y Virginia- se llevaba en su pen drive una carpeta con todas las obras participantes. Generalmente eran entre 150 y 200. Elegíamos 30 cada una (no era nada fácil llegar a ese número). Si había mucho material que nos gustaba lo charlábamos y decidíamos elegir algunas más. Luego nos juntábamos y colocábamos todas las obras juntas. Casi siempre teníamos unas 20 en las que coincidíamos, y con las restantes debatíamos cuál se adaptaba mejor, cuál no tenía el tamaño adecuado o mucho detalle para una impresión de pequeño formato, gamas de colores, marcos, buena composición, etcétera. Hasta llegar a las 30 que podíamos imprimir.

“Algo que nos ayudó y permitió cumplir con la devolución a cada colaborador –ilustradores y artista invitado de tapa, incluso a los auspiciantes- fue la decisión de pagarles a todos con revistas”, explica María. “A todos. A cada ilustrador le mandamos a su casa por correo un ejemplar de la edición en la que participaron; a cada invitado de tapa le enviamos una caja con 10 ejemplares de la edición y la colección de las ediciones anteriores. Los ilustradores siempre estuvieron contentos por formar parte de este proyecto cuya intención principal siempre fue la de compartir y conocernos. Eso nos hace sentir gratitud; les agradecemos enormemente que nos hayan acompañado en esta experiencia».

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Revista Mínima, Año II, N° 3. Junio de 2011. Ilustración de tapa: Christian Montenegro
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Revista Mínima, Año II, N° 3. Junio de 2011. Ilustración de tapa: Christian Montenegro

El público: a la medida de ese mundo ilustrado

La definición de público, en el marco de la producción de un medio de comunicación, siempre es un poco ambigua, a la vez que es muy necesario poder hacerlo con la mayor precisión posible para poder proyectar cada paso de la producción. Existe un público potencial determinado en el objetivo del proyecto, aquel al que los editores de los medios tienen en mente al pensar y planificar los contenidos del medio y los mecanismos de distribución. Pero una vez que el medio, en este caso la revista, existe y se distribuye, aparece el público real, el que la compra/lee/consume efectivamente.

Las editoras de Mínima fueron un paso más allá y buscaron a ese público en todas las etapas de producción, no solo como lector modelo sino también para la distribución y autogestión de la revista, asegurándose un proyecto consistente, no solo en su contenido sino también en sus formas de circulación y de financiamiento.

“Sabíamos a quién iba dirigida la publicación”, dice María. “Específicamente a ilustradores, amantes de la ilustración, fanáticos de la literatura infantil, las maestras menos estructuradas, diseñadores gráficos y todo el circuito de estudiantes y profesionales del oficio gráfico, incluyendo artistas visuales”. Este público, que efectivamente fue el público lector de la revista a lo largo de los años, no solo fue lector, sino también en muchos casos el responsable de la distribución y venta de la revista, que se daba mayormente en librerías, tiendas de diseño, espacios culturales, etcétera, cuyos dueños eran en primer lugar lectores de Mínima, con lo que de alguna manera se convertían en cómplices del proyecto.

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Revista Mínima, Año II, N° 4. 2011. Ilustración de tapa: Seniorita Polyester
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Revista Mínima, Año II, N° 4. 2011. Ilustración de tapa: Seniorita Polyester
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Revista Mínima, Año II, N° 4. 2011. Ilustración de tapa: Seniorita Polyester

El financiamiento y la distribución: una propuesta estratégica basada en el público de la revista

«Tenía que lograr que quienes financien la publicación debían querer ser parte del proyecto sin que los tengamos que convencer de ello; sino porque así lo deseaban” (María Zeta)

La revista se financiaba con el aporte de quienes pautaban un espacio publicitario. Y también tenía un precio de tapa para quienes decidieran comprarla. Hasta aquí puede sonar al mecanismo estándar para el financiamiento de una publicación, pero las editoras le dieron una vuelta de rosca.

“Personalmente, antes de Mínima edité durante 3 años una publicación mensual de distribución gratuita, 5.000 ejemplares, 40 páginas full color. El tamaño era pequeño también (A6) aunque el costo de impresión era algo alto debido a la cantidad que se imprimía. Se llamaba Happening, cuenta María, y continúa: “Si algo nos sucede a quienes nos gusta más la parte de diseño, contenido, o el mero rol de difusores y/o creadores, es que a veces nos desgasta muchísimo tener que salir a patear la calle para conseguir los auspiciantes que financiarán nuestra idea. También era mi primera vez como editora y directora y mis compañeros y yo aprendíamos sobre la marcha. Luego de esa igualmente inolvidable, formadora y enriquecedora experiencia decidí que tenía que lograr que quienes financien la publicación debían querer ser parte del proyecto sin que los tengamos que convencer de ello; sino porque así lo deseaban”.

En este caso Mínima no estaba pensada como un producto de distribución gratuita para no depender exclusivamente de los aportes de las publicidades. La decisión fue que su frecuencia fuera trimestral, no se trató de una revista barata si se tiene en cuenta su tamaño (A7) y en el costo de impresión. Como desde el primer número las portadas estuvieron a cargo de artistas muy reconocidos, esto llamó la atención de libreros, amantes de libros, autores, estudiantes y personas del ambiente gráfico. Fue en este ambiente donde se buscó a los auspiciantes, principalmente librerías artísticas, tiendas de objetos y de diseño, espacios culturales. Ellos hacían un aporte para la pauta publicitaria y una vez que se publicaba la revista a cada auspiciante se le retribuía el monto invertido en revistas. En palabras de María: “Esta última parte me parece interesante compartirla y difundirla ya que dejaba a todos contentos: la revista se vendía bien y de esta manera, quien tenía un espacio publicitario recuperaba la inversión en unos pocos días con la venta de 10 ejemplares”.

La revista se distribuyó principalmente en Santa Fe y Paraná en manos de las mismas editoras; en Córdoba, Rosario y Buenos Aires a través de los anunciantes y otros locales comerciales que las compraban. “La mayoría son librerías, tiendas de objetos o ropa, espacios culturales, cuyos dueños también son amantes de los pequeños proyectos autogestionados hechos con esmero y dedicación”, cuenta María. “También ofrecíamos en las redes sociales packs coleccionables con 3 o 4 ediciones”. Cuando nos cruzamos con María y nos trajimos las Mínimas a Córdoba a partir del 2014, viajaron junto a los libros terraceros por todas las ferias que visitamos en todo el país y enamoraron a todos los amigos que se llegaron por nuestro espacio, dedicado a los libros ilustrados y libros-objeto hasta que se agotaron definitivamente.

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Revista Mínima, Año III, N° 5. Febrero de 2012. Ilustración de tapa: Isol.
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Revista Mínima, Año III, N° 5. Febrero de 2012. Ilustración de tapa: Isol.

Las editoras y su amor por un proyecto especial

Para ir cerrando este artículo, me pareció interesante destacar este relato en primera persona de María, contando su forma de trabajo para la revista:

“Editábamos 500 revistas, entonces unos 120 o 130 iban a los locales de los auspiciantes donde se vendían, 40 eran para enviar a los ilustradores y al realizador de la tapa. Quedaban  aproximadamente  300 para vender. Debo aclarar algunas cosas, hicimos el trabajo de 10 personas siendo solo 2. Ahorramos en costos de producción compaginando nosotras mismas y armando artesanalmente cada packaging. Cosiendo, pegando cortando, armando, llevando al correo, ofreciéndola por internet, pintando, difundiendo y haciendo pegatinas en la calle, yendo a decenas de ferias, participando de eventos… y a la vez dirigiendo, haciendo la selección de cada edición, corrigiendo, diagramando, diseñando y distribuyendo. Gastamos mucho en correo, a veces teníamos más de 10 ilustradores del extranjero y costeábamos todo nosotras, renegando mucho con paquetes extraviados, rotos o devueltos. Las revistas que mandamos al extranjero debíamos llevarlas a la aduana para su revisión. A lo largo de 3 años mandamos decenas de revistas a muchos países, eso es algo que nos llena de alegría, la idea de que trascienda fronteras, incluso la idiomática” ya que hemos publicado a artistas de Alemania, Italia, Francia y otros países no hispano-parlantes”.

“El presupuesto alcanzaba pero no lo suficiente como para vivir de la revista, más aún teniendo en cuenta que era de edición trimestral. Cuando teníamos algo acumulado pensábamos en mejorar la próxima edición, y eso hacíamos, invertíamos por ejemplo, en el próximo packaging”.

“En Mínima han participado y colaborado personas a las que además de encantarles el proyecto, podemos asegurar que son generosas de corazón. Cada persona que decidió darnos su confianza, sabía que nosotras trabajamos con mucha dedicación y energía. Está a la vista si mirás 10 minutos cualquier ejemplar. Agradecemos profundamente su apoyo incondicional; incluso a algunos los conocemos solo por mensajes, mails o algún llamado telefónico. Mínima fue siempre algo así como una confianza ciega, un maravilloso sueño concretado.  

Para quienes conocen a Mínima, saben que el rótulo de ‘revista’ no le calza muy bien, esa fue la idea desde el comienzo, romper el formato, poner las ideas en crisis y decir ¿por qué no? Una revista que no parece una revista. En la que no se pasan las hojas unidas por una grampa, que mide apenas unos 10cm x 7cm y viene en una caja, o en una bolsa de peluche, o envuelta como un alfajor. Que huele a vainilla y se ordena a voluntad de quien la tome entre sus manos. Una publicación para soñar y jugar con  la posibilidad de ser un poco más libres”.

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Revista Mínima, Año III, N° 6, Junio de 2012. Ilustración de tapa: Cristian Turdera. Tipografía de cubierta: «Affair» Ale Paul.
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Revista Mínima, Año III, N° 6, Junio de 2012. Ilustración de tapa: Cristian Turdera. Tipografía de cubierta: «Affair» Ale Paul.
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Revista Mínima, Año IV, N° 7. Junio de 2013. Ilustración de tapa: Istvansch
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Revista Mínima, Año IV, N° 7. Junio de 2013. Ilustración de tapa: Istvansch
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Revista Mínima, Año IV, N° 7. Junio de 2013. Ilustración de tapa: Istvansch

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