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Una casa llena de gente

Pienso en escribir una reseña de este librazo y lo primero en lo que puedo pensar es en hacer una enumeración. Ahora, una enumeración ¿de qué? ¿de escenas? ¿de citas que me impactaron? ¿de sensaciones que, por momentos, me abrumaron? ¿quizás de palabras agrupadas por asociación libre? memoria, reflejo, madre, hija, complicidad, confesión, amistad, disputa, libros, jardín, amor. En cualquier caso, la enumeración acabaría con el título del libro, asomando entre todas esas palabras, cerraría la lista así: Una casa llena de gente.

Un miedo. 

Siempre me dan un poco de miedo los libros, las historias, las películas, donde la madre muere. Por ahí es un miedo tácito a morir que me aqueja desde hace años. Miedos a lo indecible, al vacío, a dejar cosas truncas, tantas cosas truncas, a los sueños postergados, proyectos aún sin encaminar, pero sobre todo a esa interpretación de la que soy, fui y querría haber sido, que nadie será capaz de entender o definir con certeza, o mejor dicho, como me hubiera gustado a mí. La impotencia de los ‘qué hubiera pasado si…’ tan bien representados por Granny y por Leila en esta historia, o mejor aún por Gloria cuando dice «el hubiera es un tiempo verbal de pelotudos».

Una herencia.

Es por eso que habitualmente descarto historias con madres muertas sin mirarlas dos veces. Sin embargo, al leer la contratapa del libro, encontré palabras mágicas, indispensables para decidir llevarlo a casa y no volver a apoyarlo en el puesto de la tienda MICA donde lo encontré: una madre apasionada de los libros, «en ella los silencios estaban llenos de escritura» dice de ella su hija; una herencia de fotos y diarios con instrucciones para volver a mirar la vida y las historias de tanta gente; la tranquilidad editora de que me encontraría entre las páginas con suspense y humor (al drama y a la tragedia les escapo desde hace años) y unas cuantas  preguntas que me interpelan desde siempre: ¿cómo nos construimos? ¿cuánto somos lo que queremos o debemos ser? ¿cuánto hacemos para compensar los modelos de los demás?

«No se me ve, casi nunca se me ve en esos videos, porque siempre estoy detrás de la lente. Soy la lente. Recojo Tiempo para el futuro, mientras que otras madres juntan caracoles, almejas y carcazas de cangrejos de los que, en algún momento de distracción de sus hijos se desprenderán. Yo guardo, conservo, acopio, registro, escribo, saco fotos, retengo lo inmaterial. Arrincono memorias».

Una casa.

La memoria se construye, se arma, como un rompecabezas, o se recorre, como un laberinto. No es nítida, ni lineal, no es pulcra, ni ordenada. Una casa llena de gente de algún modo cuenta una historia sobre la reconstrucción de la memoria. Sin embargo, la estructura del libro, lejos de ser caótica, está planificada y construida con maestría. La autora-arquitecta diseñó una historia escalonada: cimientos, andamiajes, exteriores, interiores, escombros y reconstrucción, tal como se puede seguir desde el índice. Las voces que asoman en narraciones múltiples, se suceden, se solapan, se contradicen y superponen, armando capa tras capa, la biografía de Leila, la madre muerta de Charo con quien me sentí reflejada, con quien me enojé y frustré tanto como habitualmente me sucede conmigo misma. Pero en cada etapa de la historia las diversas voces cuentan lo justo para que asomes solo a esa parte, para que vayas construyendo la historia de a poco, primero los cimientos, y de ahí hacia arriba y hacia adentro. No será hasta el final que se llegue a la mirada más completa  y certera (si es que acaso eso fuera posible).

«El asunto es cómo se determina qué de todo es ficción, hasta dónde llega y qué no lo es.  ¿Cuál es la percepción o el punto de vista que vale? ¿Cómo distinguir un recuerdo de una impresión de recuerdo? ¿Cómo discriminar una memoria de la construcción de una memoria? ¿Existe alguna evidencia concreta para delimitarlo? (…) Mamá hubiera dicho que la literatura es la herencia más importante. Mamá hubiera dicho que la literatura es la única herencia. Mamá hubiera dicho que la literatura. Mamá hubiera dicho: Charo, la literatura. Mamá dijo: literatura. Eso dijo».

Una lectura.

Y algo más que me fascinó. La  novela está construida bajo la confianza absoluta de que habrá un lector o lectora en mi caso, completando el sentido, cuidando a los personajes, queriéndolos, tratándolos de entender, acompañando sus conversaciones y sus vínculos.

Amé el libro. Sentí la necesidad de acariciarlo al dar vuelta la última página. Tener de algún modo la certeza de que lo volveré a leer. De que sería un magnífico libro para hacer una lectura conjunta, para estudiar los planos de la casa junto a otres, que en la conversación literaria compartida asomen los recuerdos propios de las casas vividas, la memoria guardada en cuartos, ventanas, escaleras, que nos vuelvan al corazón momentos bellos de la infancia en los que fuimos protagonistas y asomar con valentía y curiosidad a la mirada que estaba del otro lado, en les otres, tal vez con recuerdos opuestos. Ser capaz de, siendo quienes somos hoy, conversar, conocer y reconocer a quienes eran con nosotros,  como dice Charo en un momento, de «ser grande cuando era chica».

«Escribir es un movimiento de limpiaparabrisas en la cabeza, para barrer atrás y adelante la memoria, para escurrir lo que sobra, lo que empantana, para poder ver a través de un vidrio limpio. Mirar de frente el porvenir, sin miedo, mientras las teclas borran las sílabas mal ordenadas. El milagro que se produce en las entrañas del tiempo mientras perseguís otra palabra. El tiempo no ocurre en mi cuerpo durante esas búsquedas verbales, no ocurre el fracaso hasta que saliste de la página».

Una casa llena de gente, de Mariana Sández
Cía. Naviera Ilimitada Editores, 2019
264 páginas
ISBN:9789874682772

Publicada originalmente en ACNoticias el 6/03/2023: https://acnoticias.ar/una-casa-llena-de-gente/

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