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Conversar o ponerle el cuerpo a la palabra

Este es el primero de una serie de artículos que giran alrededor de la palabra, ojalá les guste. Los espero en los comentarios.
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Hace muchos años, un compañero de la facultad, quizás en una ronda de mates, dijo algo que me llamó la atención. Dijo que, cuando leía, ponía a conversar a los autores de esos libros entre sí, que así podía poner a dialogar diversas teorías o perspectivas sobre el mundo y sacar sus propias conclusiones (no se trata de una cita estrictamente porque recuerdo la idea general pero no sus palabras textuales). Sí recuerdo que su método me sonó un poco presuntuoso aunque matizado con un poco de admiración y atravesado por lo que sería para mí en el futuro un gran desafío: leer varios libros a la vez. Tal vez una novela, con un ejemplar de cuentos, algún libro álbum y por ahí un libro de ensayos breves, cada uno para un momento del día distinto, para un estado de ánimo diferente. Con el pasar de los años incluso el concepto de lectura se va ampliando, ya no solo “leo” libros, también películas, series, espectáculos, podcasts, videojuegos. En todos ellos hay algo que me interpela, lo mismo de siempre en realidad: la palabra puesta al servicio de contar una historia, de cierta narrativa que me permite imaginar o mirar con ojos nuevos el mundo en el que vivo o quiero vivir. Pero el chiste de todo, en realidad, es lo que viene después. La posibilidad de poner la palabra en la ronda. “¿Lo  leíste, ¿y…? ¿qué te pareció?” y allá vamos… 

Quienes me conocen saben que me gusta conversar. Mi libro-para-el-colectivo de estos días es “Dime”, de Chambers (1), donde el autor detalla su método para compartir lecturas con las infancias. Según su planteo, conversar en grupo sobre un libro que se ha compartido, permite un conocimiento mucho más profundo de la historia que el que podría hacer una persona por sí sola, porque pone en conversación las ideas, las hipótesis, pero también las diversas visiones de mundo de todos los lectores y eso enriquece enormemente la lectura. Sus premisas para las docentes que median el encuentro son dos: jamás ser la primera persona en dar la opinión, sino partir desde la escucha; y nunca hacer preguntas que cierren la conversación, donde los estudiantes tengan miedo de equivocarse o no se sientan seguros de cómo puede caer su comentario. Una ‘conversación honesta’, dice una y otra vez Chambers en el libro. 

A finales de junio fui a ver un espectáculo de literatura y música con Eugenia Almeida (2). Fui con mi viejo, con quien nunca antes habíamos compartido una salida centrada en la literatura, una oportunidad. El espectáculo fue un río, calmo por momentos, turbulento en otros, no faltó la poesía ni la emoción. Y tuvo un elemento nuevo: qué le habría parecido a mi papá: “¿y…? ¿qué te pareció?” y allá fuimos… La conversación se acomodó como una más en una mesa en la que compartimos la pizza y el café. Los cómos, los porqués, las dudas, los desconciertos, las incertidumbres, los sentimientos, la vida de esos personajes, su sufrimiento, un sábado diferente, una sensación nueva a flor de piel. 

‘Leer siempre a Eugenia’ es un consejo que jamás dejaré de dar, así que ni lerda ni perezosa en cuestión de días tuve que salir a comprar con urgencia el único libro que no reconocí esa noche del sábado: “La pieza del fondo” (3). La hija a la que nunca debieron llamar Soledad, los chicos jugando al borde del barranco, el saquito de lana. La voz tranquila de Eugenia me hizo sentir mica entre los dedos, angustia como piedra atroz en el fondo del estómago, agua desatada entre los ojos. Cuando entré a las páginas del libro, su voz me esperaba ya entre los personajes. “Para mí, toda escritura surge de los personajes. Me confío a ellos, los voy siguiendo. Se mueven y con su movimiento van creando la historia. (…) Esa confianza tiene su efecto: establecer una intimidad perturbadora”, dice Eugenia en un libro-gran-cuaderno que empecé a leer ayer (4). 

Me quedo por un momento con tres palabras: ‘una intimidad perturbadora’. Pienso que a veces la conversación honesta de la que habla Chambers, esa que nos habilita con total libertad a compartir lo que pensamos con un otro diferente a nosotros, puede estar a medio paso de ser una intimidad perturbadora. Hablar con otro, ese que está ahí, al frente, al lado, cruzando un abismo, desnudar el corazón, decir lo que pensamos, poner en la mesa las palabras o las preguntas, sin escudo, sin límites, alcanzarlas al otro como quien convida un mate, escuchar la respuesta o la repregunta, puede ser un riesgo, una aventura, también un refugio. Conversar es poner el cuerpo, es ponerle cuerpo a la palabra. El sábado pasado hicimos con las brujas bucaneras (5) un aquelarre de emergencia. Poner el cuerpo el sábado fue intercambiar, junto a la palabra, un libro y un abrazo. Por supuesto no faltó la conversación. Y así también, por acá, podría seguir y seguir: Podría contarles que vi “Barbie” con mis hijas vestidas de rosa y las incontables conversaciones que no paran de surgir cada vez que me cruzo con alguien que la vio y la odió o la amó; podría contarles que también vi por milésima vez “Your Name” película de animé que me alucina cada vez, de la que acabo de leer los tres mangas (6) de una sola sentada, y que me permiten detenerme en cada detalle, en cada expresión de cada rostro, deleitarme mirando cada paisaje; podría contarles lo maravilloso que está siendo recorrer la ciudad de Fontaine en el videojuego Genshin Impact y sentir en el cuerpo la sensación del agua al bucear mientras descubro las ciudades sumergidas de la historia; podría contarles del entusiasmo que tengo por empezar “Mercado de Barceló” (07) el libro de Almudena Grandes que mi amiga-bruja Maru me dio después del abrazo mientras me decía: “Este es el libro que elegí para vos” y cómo se me quedó prendida en el recuerdo la curiosidad con la que me adentraré en esas páginas. 

Prefiero, en cambio, cerrar este relato invitándote a conversar, ¡dale! invitemos un cafecito a Tierra Media y tomémoslo juntes en los comentarios. Aunque lo mejor es poner el cuerpo de verdad con quien sea que tengas cerca, mirá un rato en qué anda, cómo se mueve, escuchá un rato, qué acaba de leer, o de ver, o de visitar, y preguntale: “¿y…? ¿qué te pareció?” a ver qué sale 😉


  1. “Dime. Los niños, la lectura y la conversación”, de Aidan Chambers, Fondo de Cultura Económica, 2021.
  2. “Voz de agua”, espectáculo de literatura y música con Eugenia Almeida, Lucas Heredia y Vicky Nycz.
  3. “La pieza del fondo”, de Eugenia Almeida, Edhasa, 2019.
  4. “Merodeo en torno a los personajes”, de Eugenia Almeida en “El gran cuaderno”, nª 3, 2023.
  5. Brujas bucaneras es un grupo que surgió de un juego de promoción de la lectura llamado Libergia en 2019. Continúa en la actualidad, hace sueltas de libros ocasionales y comparte un club de lectura mensual. 
  6. “Your Name”, de Makoto Shinkai y Ranmaru Kotone, Editorial Ivrea, 2016.
  7. “Mercado de Barceló”, de Almudena Grandes, Tusquets Editores, 2015.

Este es el primero de una serie de artículos alrededor de la palabra, que han sido publicados primero en tierramedia.com.ar
Este en particular, en la edición del 10 de septiembre de 2023, https://www.tierramedia.com.ar/l/conversar-o-ponerle-el-cuerpo-a-la-palabra/

¡gracias por compartir!

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