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Contagiar o abrirle camino a la palabra

Este es el segundo de una serie de artículos que giran alrededor de la palabra, ojalá les guste. Los espero en los comentarios.
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En la nota anterior de Tierra Media, proponía a la conversación como una forma de ponerle cuerpo a la palabra. El encuentro de dos, con una curiosidad sobre la mesa, puede abrir una posibilidad de aventura, de riesgo, de refugio. Un momento. Pero hay gente linda por el mundo que lo que pretende para su vida es convertirse en buscadora de ese tipo de momentos, propiciadora de encuentros. No le alcanza con convidar una pregunta, no queda satisfecha con un ¿y, qué te pareció? y la charla que surja de esa inquietud. Necesita más. Desea más. Imagina un universo de posibilidades donde la magia de la palabra nos nuclee, nos siente en ronda, nos empodere.

Esa gente linda anda por el mundo buscando cómplices, habitando espacios luminosos que, aunque sean pequeños, son de corazón grande y permiten la ronda generosa.

Será por eso que me gustan las bibliotecas. Porque suelen atraer como con un imán a la gente linda de la que hablo. La que lleva los bolsillos llenos de historias, las del mate fácil y las ganas listas. Gente que tiene proyectos de todos los colores y para todos los gustos. Gente como esa construye bibliotecas a su alrededor. A veces en centros culturales, otras veces transformando kioscos en desuso. En ocasiones son habitaciones llenas de estanterías pero las más de las veces solo un rinconcito dedicado a los libros. Incluso hay casos donde la biblioteca no existe pero sí una magia que acompaña a la gente linda como un aura luminosa y, con solo darles un abrazo, sentimos la biblioteca a nuestro alrededor.

Biblioteca popular (foto Barbi Couto)

Plantar un árbol en la vereda de una biblioteca(1) es confiar en que esa magia de la que hablo apuesta por el futuro, un tiempo de nuevos magos. No seremos nosotros quienes podamos sentarnos a leer a la sombra de un tilo, un paraíso o un nogal y, sin embargo, plantamos ese árbol. Construir espacios a pura música, sobre todo con redobles de tambores, es apostar por la alegría, reivindicar la fiesta, es darle un escudo al alma contra la depresión, la angustia o la tristeza, una coraza que nos convoca valientes a bailar la contienda de la vida. Intercambiar un libro y una semilla(2) es proponer un juego entre dos en el que ambas partes ganan, siempre. Invitar a una ronda es creer que todas las personas somos iguales, que podemos mirarnos a los ojos y así querremos ayudarnos y podremos hacer magias comunitarias. Son las palabras las que nos encuentran, pero sobre todo, las que nos nombran, son el hechizo que bien murmurado hace la magia posible.

Biblioteca popular (foto Barbi Couto)

Dejo aquí un breve texto «El contagio» que escribí hace algunos años y hoy les convido, les invito a compartir, o si no, les propongo a que impriman un cuento, un poema, hagan copias, guárdenlo en sus bolsillos, de modo que cuando estén con gente linda puedan con facilidad y rapidez delinear unas paredes invisibles a su alrededor, visualizar la biblioteca imaginada(3), proponer una ronda y abrirle camino a la palabra.

El contagio

Las palabras brotan de la risa o el hastío. Pueden meterse en el miedo y cultivar la locura, pueden abrir la puerta para ir a jugar, pueden traspasar la emoción o salvarnos la vida. Pueden preservar la memoria y construir la identidad. Pueden contar la historia del mundo, construir murallas y tender puentes. Como en una sinapsis, pueden transmitir la pasión.

Un libro es la caja de Pandora de las palabras. Cuando alguien se anima a abrir uno, todo puede pasar. Las palabras salen y contagian, se esparcen como un virus o un perfume, alcanzan a quien respire su aire y lo transforman con su poder.

Solo se necesita de alguien que abra la caja. Alguien pura curiosidad, con el valor de enfrentar la magia y el misterio. Alguien que se anime al acto creativo y la experiencia vital de convertirse en lector, en dejarse contagiar y con su arrojo convertir ese texto encerrado en obra literaria, en poesía.

Esa valiente es una persona que lee y se transforma. Con una calma que obtiene de vivir la vida sin urgencias, resiste al embrutecimiento al que nos aliena la vida. Encuentra en ese amor por la lectura su prestigio.

La risa es contagiosa. Tanto, que alcanza con ver reír a alguien para empezar a sonreír. El bostezo es contagioso. Tanto, que alcanza con ver a alguien bostezar para no poder evitar hacer lo mismo.

Alguien que lee es contagioso. Alcanza con compartir la vida con alguien que lee para querer hacerlo también. El perfume que brota de sus manos y sus cajas con palabras nos alcanza y nos transforma. Tiene lo que hace falta, curiosidad, compromiso, pasión y las historias que ha obtenido en su camino. La poesía le rodea porque la hace posible y entonces no tiene más que extender sus manos cargadas de magia para armar la ronda y contagiar poesía a su alrededor. Sabías ¿no?, que ese alguien podés ser vos.


  1. Biblioteca Popular de La Casa de los Conejos junto al espacio Furia Mariposa. Funciona lunes y jueves de 14 a 17hs en barrio Güemes, Pje. Estévez 357. En Instagram: @la.casadelosconejos y @espaciofuriamariposa
  2. Suelta e intercambio de libros de las Brujas Bucaneras junto al puesto de libros Abre Sueños en la Plaza Elvira Ceballos, Barrio Alberdi (Córdoba). En Instagram: @brujasbucaneras y @abre.suenos
  3. Hay un libro hermoso, «La biblioteca imaginada, jardín para construir comunidades» de Gonzalo Oyarzún, forma parte de la colección Lectura, biblioteca y comunidad de la Biblioteca Nacional de Perú, se lee online y recomiendo con toda mi capacidad de contagio, sobre todo el breve ensayo final que da nombre al libro.

Este es el segundo de una serie de artículos alrededor de la palabra, que han sido publicados primero en tierramedia.com.ar
Este en particular, en la edición del 10 de octubre de 2023, https://www.tierramedia.com.ar/l/contagiar-o-abrirle-camino-a-la-palabra/

¡gracias por compartir!

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