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De Mauricio Micheloud: «Autores versus lectores, una falsa dicotomía»

Continúo compartiendo materiales de lectura interesantes sobre el tema de la circulación de contenidos digitales. En este caso Mauricio Micheloud, que además de ser mi cumpa es editor, ilustrador y librero, plantea la falsa dicotomía que apareció en los debates de estos últimos días enfrentando a autores y lectores. Les comparto el artículo y la invitación a visitar su blog donde hay artículos de este tipo, hermosas ilustraciones que se pueden compartir libremente, reseñas de libros y mucho más; y donde además pueden dejar también una colaboración económica para el autor. Los espero en los comentarios y están invitados a compartir.

Autores versus lectores, una falsa dicotomía

Algunas consideraciones sobre la circulación no autorizada de libros.

Creo que es necesario hacerse una serie de preguntas que puedan esclarecer algunas cuestiones con respecto al conflicto suscitado con la circulación de libros por parte de lectores de manera no autorizada.

Mucho se dice y mucho se afirma al respecto de esa actividad. Claramente la ley no lo permite e incluso lo pena duramente de comprobarse tal hecho. Aunque como bien sabemos hay leyes que se vuelven anacrónicas o que terminan desvirtuando, con el tiempo, los fines para los cuales fueron creadas. Me refiero al caso de la Ley 11.723 de Propiedad intelectual, una legislación con varios puntos que deberían modificarse para actualizarse y dejar de generar distorsiones en la esfera cultural y artística. Pero no es mi intención ahora entrar en detalles sobre esto, aunque sí mucho de lo que desarrolle aquí tiene que ver con eso y seguramente se tocarán de cerca algunos aspectos. Lo que voy a intentar hacer es responder una primera pregunta que me parece fundamental y que por lo general se responde a la ligera a partir de argumentos no contrastados con la realidad:

¿Por qué circulan libros de manera no autorizada?

En primer lugar podríamos decir que porque satisface una necesidad muy concreta: leer. Sí, parece básico pero a veces se olvida. La lectura permite informarse, conocer, entretenerse, imaginar mundos posibles o imposibles, etcétera. Esa necesidad lleva al lector a conseguir un libro determinado, alguno que desee o necesite en particular. Aquí cualquiera me podría decir con razón: “¿Y por qué no lo compra?” Y sí, sería lo más lógico. El tema es que a veces no sucede y esto pasa por distintas razones que me gustaría desarrollar en adelanete. Podríamos suponer que muchas personas lo hacen por picardía y que se dirían a sí mismos mientras se frotan las manos: “¿para qué lo voy a comprar si lo puedo conseguir en internet?” La imagen puede ser un poco exagerada pero creo que es un estereotipo que aparece en el imaginario de muchos. Es cierto, no dudo que eso sucede en algún caso pero el asunto tiene más matices y es mucho más complejo que la suposición de malicia por parte del lector.

No hay que olvidar que quienes buscan e intercambian libros en la web son lectores. Personas que tienen a la lectura como parte esencial de su vida y, en general, son ávidos consumidores de libros y cultura en general, pero ¡ojo!: no son mayoría entre todas las opciones de consumos culturales disponibles. En Argentina, la compra de libros está entre los últimos (si atendemos al informe realizado por el SINCA (1) en 2017 solo el teatro y las revistas están por debajo de la compra de libros en un total de 12 rubros). Así que podemos decir que los lectores son un recurso que hay que cuidar y hacer crecer ya que la oferta que se les ofrece dentro del mercado editorial es muy amplia y supera con creces la capacidad de compra del lector promedio. Ante semejante inundación de propuestas el lector hace lo que puede con lo que se le ofrece y con lo que realmente puede comprar.

Acceder a un libro que circula por internet es muchas veces una forma de tomar la decisión de comprarlo o no a posteriori. En las escuelas es común que las editoriales regalen libros a las docentes para que los puedan conocer y hacer su elección sobre qué libros serán los que pidan luego para trabajar durante el año lectivo. La copia digital también circula en ese ámbito para la misma finalidad.

Pero más allá de estas situaciones hay que entender que más allá de que los lectores puedan hacer circular copias de libros no autorizadas, son los principales compradores de esos bienes culturales y el sostén principal de la industria. Llama mucho la atención que sean los primeros en ser atacados por su acción difusora.

Ahora bien. Estamos tratando de responder esa pregunta inicial. Revisando diversas situaciones a partir de la propia experiencia como lector, autor, editor y librero pude enumerar unas cuantas. Entre ellas hay varias razones que se podrían encuadrar en una: El problema del acceso.

La circulación de libros digitales también se manifiesta por no poder acceder a este bien cultural. Paso a enumerar:

  • Librerías. Salvo por las ciudades centrales y otros conglomerados urbanos medios, el acceso a librerías es bastante limitado. Hay pequeñas ciudades, pueblos o regiones enteras en las que las librerías escasean o directamente no existen.
  • La limitación de las librerías para tener un fondo extenso y heterogéneo. Al problema anterior se suma que muchas librerías se manejan con catálogos de pocas editoriales o solo de las que tienen la capacidad de distribuir mejor sus libros. Esto en un país tan extenso como Argentina es bastante complicado.
  • La bibliodiversidad. Hay una gran cantidad de editoriales que aportan diversidad al ecosistema del libro, muchas de ellas tienen una gran desventaja para llegar a los lectores. La distribución es costosa, los recursos para hacer grandes tiradas son limitados y la promoción se hace como se puede. A través de la circulación de sus libros en formato digital se intenta cubrir, al menos parcialmente, estos problemas.
  • El comercio electrónico. Es cierto que es posible subsanar parte de los dos primeros ítems comprando a distancia por medios electrónicos para luego recibir el libro en casa. Pero está la desventaja de los altos costos de envío que a veces superan los del propio libro y las demoras que eso conlleva. Es una solución, pero cuando algo se complica demasiado es frecuente que se opte por tomar otras alternativas.
  • La capacidad económica. Este es un problema importante y lo es en diversos niveles. La falta de ingresos de los lectores para poder comprar libros es una razón de peso. Incluso para quienes el consumo cultural es esencial, cuando tiene que recortar gastos los libros son unos de los primeros en caer y por supuesto que para un lector esto es demoledor. También es un factor que influye en el punto anterior sobre los gasto de envío de un libro. Ni hablar de la situación de familias que tienen que costear libros que se piden en las escuelas y el bolsillo familiar no lo permite.
  • La descatalogación. Muchas veces conseguir un libro es imposible aún en las mejores condiciones. Hay libros que se dejen de editar y pasa mucho tiempo hasta que vuelve a los estantes de una librería o ferias. Otras veces simplemente se dejan de editar y conseguirlos en digital es la mejor opción que se puede encontrar.
  • Bibliotecas. Las bibliotecas populares son verdaderos tesoros culturales para los lectores. El problema es el sostenimiento de las mismas que tienen que cubrir gastos de alquiler, servicios, impuestos y adquisición de títulos de manera constante para no desactualizarse. Cuando el Estado se aparta y las desprotege hace peligrar su continuidad.

Cada una de estas situaciones pueden remediarse de diversas maneras para que el acceso al libro deje de ser un inconveniente. En principio se podría afirmar que cuando la situación económica general es mejor para la mayoría de las personas, invertir en cultura no es tan problemático. Cualquiera que tenga las necesidades básicas cubiertas y pueda destinar parte de sus ingresos al consumo cultural y de entretenimiento, en particular si es lector, la compra de libros se vuelve un ítem más habitual. El asunto es tener que elegir entre comprar una novela nueva o pagar la factura de la luz.

Las políticas públicas y la inversión del estado en cultura tienen mucho que ver para facilitar el acceso y resolver varios de los puntos que enumeré anteriormente: Un Plan Nacional de Lecturas consolidado hace que los libros lleguen a las escuelas y a las casas. La inversión del Estado comprando libros a las editoriales locales es fundamental para el crecimiento del sector. Lo mismo para las compras de bibliotecas a través de la Conabip;

Ferias de libros que estén bancadas por los municipios y que monten propuestas atractivas para que puedan llegar opciones editoriales diversas; realizar medidas que permitan que la distribución de libros no sea tan onerosa y que las editoriales puedan estar en cada vez más puntos de venta, etcétera. Creo que pueden encontrarse soluciones de todo tipo en las que el Estado puede intervenir.

Otra acción importante que haría que la sociedad se beneficie sería modificar la Ley de Propiedad Intelectual para permitir un mejor acceso a los libros físicos o digitales en las escuelas, universidades y bibliotecas y corregir distorsiones tales como que los derechos se extiendan hasta setenta años después de la muerte de un autor, que implica un beneficio para herederos o empresas editoriales que no son los creadores de la obra en cuestión, haciendo de esto solo un negocio para unos pocos, impidiendo el acceso de muchos por una irracional cantidad de años.

Esto no tiene que implicar para nada que un autor se tenga que morir de hambre. Los necesitamos para que podamos leer esas maravillosas combinaciones del lenguaje textual e icónico que solo ellos pueden lograr. Es muy importante y necesario que los autores puedan generar un ingreso por su actividad para que la rueda siga girando (la de los autores de libros es una actividad compleja que no se rige por las lógicas tradicionales de otras actividades laborales en las que la remuneración se hace por otras vías). Pero la rueda también la hace girar el lector. Ya sea porque compra libros o porque hay un Estado que arbitra los medios para que se acceda a ellos.

Aunque lo llamativo de todo esto es que el dedo acusador siempre apunta al lector. Es el enemigo y a la vez el salvador de la industria del libro. El argumento esgrimido es que si los libros circulan libremente, entonces no se venden y con ello ni los autores ni los trabajadores de las editoriales pueden sostener sus ingresos. Se equipara a cada copia que circula sin autorización a un libro que no se vende. Ahora bien: ¿Qué hay de cierto en este modo de ver las cosas?

La premisa incorrecta

La ecuación de que una copia digital circulando sin autorización es igual a un libro que no se vende pareciera funcionar, porque si se copia y se obtiene de esa manera entonces la venta no se realiza y no ingresa dinero por esa acción. Yo diría que habría que dudar de tan tajante afirmación sólo porque parece parece un argumento lógico. Primero que nada las dinámicas sociales son más complejas y las ventas de un libro dependen más de su colocación en el mercado, de la promoción que tenga en los medios, de la popularidad del autor, o la situación económica general o las políticas públicas vigentes, entre otros factores, que de la posibilidad de que el libro se comparta más o menos en internet o en alguna fotocopiadora.

Segundo, porque el lector que accede a libros en diversos formatos digitales también es un comprador de libros habitual o los recibe como regalo por sus seres queridos, y sobre todo porque comparte sus lecturas e incita a otros a leer aquello que lo apasiona. El lector muchas veces es un mediador y promotor de la lectura y por lo tanto un dinamizador de la industria editorial y no hay nada mejor para el sector que lectores apasionados.

Habría en todo caso que comprobar lo que se afirma y en la premisa que indica que cada copia que circula ilegalmente es igual a una venta no realizada es muy difícil de corroborar. Veamos por ejemplo un estudio del Instituto de Prospectiva Tecnológica (2) de la Comisión Europea realizado en España, Francia, Alemania, Italia y Reino Unido que concluyó, en el caso de la música, que un incremento en un 10% de descargas ilegales llevó a un aumento del 0,2% en compras de música legal. Al parecer la facilidad en el acceso de música digital hace que crezcan las ventas. Se podría decir que la promoción que recibe estos productos artísticos por parte de sus consumidores hace que se venda mejor y, en todo caso, está claro que las ventas no se perjudican. En la misma línea se podría consultar a las editoriales que liberan sus libros en sus sitios web en formato digital (muchas de ellas licenciando a través de Creative Commons) y ver de qué modo incide esa actitud en sus ventas. La experiencia de estas editoriales es argumento más que válido y demuestra que las ventas no caen por la circulación libre de sus contenidos, sino que al contrario en muchos casos se ven beneficiados. En mi práctica como editor puedo confirmar que compartir copias digitales favoreció el arribo de estos libros a lugares a los que no podrían llegar de otro modo y despertaron el interés de muchos lectores por adquirirlos a pesar de contar con la copia digital. También, las librerías pueden conocerlos previamente y solicitarlos después si son de su interés o incluso aquellos que quieren hacer un regalo pueden “hojearlos” virtualmente para convencerse de su elección. Incluso cuando el propio autor comparte las copias digitales libremente se nota la reciprocidad de sus lectores fieles solicitando la compra del libro, en algunos casos llegando a agotar la tirada, de esto hay muchos ejemplos.

Entonces se vuelve necesario apuntar a dónde se encuentra el problema real: las causas que dificultan el acceso al libro y la cultura y no culpar al consumidor que sostiene el círculo productivo del libro. La solución nunca puede ser cerrar los accesos, la única manera de beneficiar a la sociedad, a los lectores y a los autores es abrir y luchar por el acceso libre para todos, sin dejar de pensar en paralelo alternativas al tradicional modelo de negocios para que el sector pueda crecer en su totalidad y que los autores no sean un rehén de lógicas que los perjudican y los empujan a encontrar culpables incorrectos cuando las ventas se reducen.
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1
Encuesta Nacional de Consumos Culturales 2017. https://www.sinca.gob.ar/Encuestas.aspx

2
https://www.lavanguardia.com/internet/20130319/54369424808/la-pirateria-no-disminuye-la-venta-de-musica-segun-la-comision-europea.html

https://es.scribd.com/document/131005609/JRC79605

Fuente: http://elesperpento.com.ar/autores-versus-lectores-una-falsa-dicotomia/

¡gracias por compartir!