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Mis mariposas en la panza

Tuve el enorme placer de participar en el ciclo «Mariposa en las panza. Las historias de amor en la literatura para niñxs y jóvenes«, de los amigos de Postales de Pickwick Lij. Me tuvieron pensando y rebuscando y leyendo y repensando por días y semanas, porque así son elles: desafiantes. Ojalá les guste el resultado. Un video y este artículo que ofrezco a corazón abierto.

El video

Mi participación arranca en el minuto 06:05 pero no se pierdan todo el video, es más, no se pierdan el ciclo que arranca con el Capítulo 1 acá.

Mis mariposas en la panza

Me invitaron a participar de este evento, espacio, excusa, virtual, como son todas las cosas por estos días, para contar mis mariposas literarias en la panza. Mi camino lector enamorado. El amor en los libros de mi vida. Mi mirada sobre los libros que cuentan historias de amor. Me preguntan si me gusta el género, qué opino como editora, cómo veo el panorama actual. Recibo el desafío y lo acepto, porque el mundo no es para cobardes, pero la consigna me queda resonando, me atraviesa, me pregunto si puedo responder o cuál de todas las barbis es la que puede responder. Decido que será mi versión lectora, no la editora, no la librera, no la periodista, sino la lectora la única que es capaz de tomar la pregunta como viene, la única que puede ensayar una respuesta genuina y honesta. He sido lectora toda mi vida, las otras miradas llegaron después, de hecho llegaron hace bastante poco, pero lectora, lectora he sido siempre.

Es interesante cuando te invitan a un desafío tan específico porque te obliga a mirar hacia atrás y hacia adentro. Tratar de encontrar las respuestas es preparar un espacio de silencio interno para llegar a oír los ecos del amor retumbando contra los bordes del corazón. Los ecos nunca acaban, se van alejando, quizás se van haciendo cada vez más pequeños, son como fractales de su primer resonar, idénticos pero en diferentes escalas, pero siguen ahí chocando y resonando y si uno pone empeño y tiene cuidado, y presta atención, se sostienen y perduran a pesar de los años. Me preguntan por las mariposas en la panza de mi experiencia lectora y me pregunto a mí misma qué pretenderán que cuente…

¿De qué personajes me enamoré entre las páginas de un libro? ¿Con qué heroínas me identifiqué y tomé de referencia para intentar conquistar algún amor? ¿Qué líneas copié alguna vez para intentar enamorar a alguien? ¿Qué amores literarios me hicieron emocionar, me hicieron llorar, me rompieron el corazón? ¿Formaron mi idea/ideal del amor romántico los libros que leí a lo largo de mi vida? ¿O fue quizás los libros y sus personajes y sus historias quienes me acompañaron aliviando las penas de mis desengaños? ¿De qué manera el paso del tiempo afectó estas ideas del amor a lo largo de mi vida? ¿Cambió algo cuando empecé a compartir mi vida con alguien? ¿Dejé de buscar? ¿Qué pasa después del “vivieron felices para siempre”? ¿Las historias de amor para ser buenas deben ser trágicas? ¿O prefiero los finales felices? Me pasé días pensando estas preguntas y deseando… no sé… por ejemplo ser docente y tener más experiencia en el armado de itinerarios literarios. O ser más práctica, elegir, desarrollar unas ideas, filmar y ya. Pero yo soy yo y no puedo con mi genio.

Resolví esto como resuelvo muchas otras cosas. Me paré frente a la biblioteca. Y fui pasando la vista libro tras libro tras libro, buscando un poco atravesar las tapas con la mirada y que entrara por ellos el brillo de un eco volviendo desde sus páginas. Detectar adentro mío el recuerdo de un llanto, una mirada, una emoción. Y fui armando una pila, una pila alta. Descarté libros muy muy queridos porque el eje del vínculo de su alma conectada a la mía no pasaba por el tema del amor (o al menos no lo veo así hoy, porque también eso cambia ¿no?). “A los libros les gusta cambiar”, me dijo mi hija los otros días, refiriéndose al Libro Salvaje de Juan Villoro y eso de que cambian de lugar en la biblioteca, pero pienso yo que los libros y mi vínculo con ellos cambia y de muchas formas distintas. Cada libro es un río que corre, o quizás una es la que tiene un arroyo que fluye dentro del cuore y cada vez que se arrima a la orilla a leer un libro el paisaje es otro y todo se lee diferente a los 12, que a los 25 o pasados los 40.

La búsqueda, el encuentro, la mirada como puerta de entrada, la decisión de continuar, el tiempo, su elasticidad, el cambio necesario y constante como fluir de un río que nunca frena, el amor como compañía, como compañerismo, el activismo y la militancia compartidas, esa mirada de un mundo mejor soñado, la imposibilidad de mirar el amor con otros que mis ojos, que son ojos de mujer. Pienso y apunto mientras miro las tapas y busco encontrar qué tienen en común.

Abajo están todos los títulos y autores.

Desparramo los libros en la cama y los miro y los ordeno y los mezclo. Del orden cronológico de lectura los muevo, les busco un compañero nuevo cada vez, armo pilas, pero sobre todo los miro. A través de sus tapas aparecen historias y personajes. Wilkilén entra a una cueva destrenzada a verse reflejada en los ojos brillantes del puma amado. La tierra se mueve y el amor es sol o sendero para cada quien. Avellaneda le escribe un poema a Martín Santomé que me hace llorar a raudales el día que por azar di con él cuando pensé que la historia ya había terminado. Marianela muere con el corazón destrozado por el desamor. Y ese día aprendí para siempre que el amor es compartido y recíproco o no es. El amor tiene para mí un componente vital en la palabra, en la conversación y lo dicho entre quienes se aman. Puede ser en cartas, puede ser en una conversación de una noche interminable sentado uno al lado de la cama de la otra, recuperando la historia compartida. Puede ser un diario, un poema, puede ser un libro que recupere la memoria del otro, fuera del tiempo o a pesar de él. El tiempo, esa esfera que corre, cambia, fluye y nos arrastra como el viento y una cambia con él. Y me pregunto: ¿que acaso para que haya amor o ese amor persista y sobreviva, crezca, acaso ese cambio en el tiempo no debe ser compartido, no debemos cambiar ambos? Ella busca un amor que la mire con ojos de agua y después de un gran viaje lo encuentra esperándola pacientemente bajo un árbol de lilas. Hay un mundo que uno sueña, que está ahí y nos interpela y amar a alguien más es amar ese mundo también, el compromiso, social y político, de amarlo juntos. Tantas veces es querer cambiarlo. La palabra “compañero”, “compañera”, “compañere” tiene una dulzura a mis oídos más fuerte que cualquier romance, es ese alguien que está ahí, a tu lado, para vivir el sueño de un mundo compartido. El amor como una princesa niña, libre y valiente que emprende el viaje de su vida para liberar a su amor, necesita sembrarlo y confiar que germine y florezca para salvarlo a él pero también para devolver la magia a los jardines áridos de su mundo. Sophie y Howl crean cada uno una magia capaz de cuidar al otro, amar también es cuidarse, me gusta reflejarme en Sophie, en querer envejecer como ella al lado de un mago con un poquito de ego y buen sentido del humor. Los libros de Anne Shirley me acompañaron por años y encontrar un compañero que “fuera parte de mi vida” fue siempre el espejo en el que buscaba reflejarme. Amé a Gilbert Blythe, no voy a desarrollar el punto, porque me da vergüenza. Pero ya está, ahí lo dije, je.

Creo que los libros me acompañaron en esta búsqueda del amor a lo largo de mi vida lectora. El amor como compañerismo. El tiempo. La realidad de que el cambio es constante y debe ser compartido. La reciprocidad. Ser parte de la vida del otro. La militancia, los ideales, el sueño de un cierto mundo son vitales pero además hay que animarse a una vida compartida donde no falte la sorpresa y el humor. Y mirarnos a los ojos. La mirada como espejo, como puente, como sendero, como caricia, como abrazo, como la forma muda que encuentra la palabra que brota directo del corazón.

Tus ojos son
como la chispa
que enciende la hoguera,
como el crepitar del fuego,
como los duendes de la noche
que vienen a robarse el sueño,

como la excepción
a todas las reglas.

*

Tus ojos son
como el libro que pensé que había leído
pero no,
como el pueblo que creí no conocer
pero sí,
como estar a punto de decir también
y decir tampoco,
como ver que lo que parecía antes
era después.

(“Tus ojos”, Eduardo Abel Gimenez, ilustrado por Cecilia Afonso Esteves)

Los libros

  • Los días de Fuego, Saga de los Confines, de Liliana Bodoc, Norma.
  • La tregua, de Mario Benedetti, Planeta Bolsillo.
  • “Última noción de Laura”, en Inventario Uno, de Mario Benedetti, Seix Barral.
  • Marianela, de Benito Pérez Galdós, Clásicos Troquel.
  • La sociedad literaria del pastel de piel de patata de Guernsey, de Mary Ann Shaffer y Annie Barrows, narrativa Salamandra.
  • Señora de rojo sobre fondo gris, de Miguel Delibes, RBA Editores.
  • Cuando me transforme en río, de Sofía Olguín, ilustrado por Ornella Pocetti, Editorial Muchas Nueces.
  • Baldanders, de Iris Rivera y Tania De Cristóforis, Todosdistintos, MacMillan.
  • El árbol de lilas, de María Teresa Andruetto y Liliana Menéndez, Comunicarte Infantil.
  • Dictadura, de Luciano Saracino y Carlos Gómez, en Historias cortas, Eduvim.
  • Por quién doblan las campanas, de Ernest Hemingway, Biblioteca Universal Planeta.
  • Los jardines de Árida, de Paul Biegel, con ilustraciones de Charlotte Dematons, Pípala, Adriana Hidalgo.
  • El castillo ambulante, de Diana Wynne Jones, Los libros de Pan, Berenice.
  • Anne la de Tejados Verdes, de Lucy Maud Montgomery
  • Tus ojos, de Eduardo Abel Gimenez, ilustrado por Cecilia Afonso Esteves, Calibroscopio.
  • El amor es circular, de María Zeta, Ediciones de la Terraza.

Palabras prestadas

Les comparto fragmentos de mi selección de libros para este artículo.

usted martín santomé no sabe
qué bien qué lindo dice
avellaneda
de algún modo ha inventado
mi nombre con su amor

(“Última noción de Laura”, de Mario Benedetti en “Inventario Uno”)

* * *

El amor es complemento,
un conjunto de elementos.

Redondeles de esperanza
que se sienten en la panza.

Un bosque de emociones
donde suenan mil canciones.

Una luz enamorada
de una flor enamorada.

Un cariño singular…
el amor es circular.

(“El amor es circular”, de María Zeta)

* * *

La gitana la miró y le dijo:
El que buscas espera,
bajo un árbol, en una plaza.
Ella recordó al hombre con los ojos de agua,
al que tenía las manos de seda,
al de los pies de alas
y al que tenía la voz quebrada.
Y después se acordó de una plaza,
de un árbol que tenía flores lilas,
y del hombre que estaba sentado a su sombra.

(“El árbol de lilas”, de María Teresa Andruetto y Liliana Menéndez)

* * *

-Me dicen Baldanders.

Él, resoplando, se fue volviendo viento.

Entonces, ella se dejó soplar
y así bailaron ella y él.

Pero ella no acababa de ser pluma.

-Me dicen Baldanders.

Pluma en el viento
ella se fue volviendo música

y él la interpretó.

(…) ella estaba hecha de cambiar.

(“Baldanders”, de Iris Rivera y Tania De Cristóforis)

* * *

(“Dictadura”, de Luciano Saracino y Carlos Gómez, en “Historias cortas”)

* * *

¿Resulta inapropiado que me case tan deprisa? Es que no quiero esperar, quiero empezar inmediatamente. Toda mi vida he pensado que la historia terminaba cuando el chico y la chica del cuento se prometían; al fin y al cabo, si eso valía para Jane Austen también tenía que valer para cualquiera. Pero es mentira. La historia está a punto de empezar, y cada día será otro episodio más del argumento. Tal vez mi próximo libro trate de una pareja fascinante y de todas las cosas que van aprendiendo el uno del otro con el paso del tiempo.

(“La sociedad literaria del pastel de piel de patata de Guernsey”, de Mary Ann Shaffer y Annie Barrows)

* * *

Tenés la risa de un río
y las piernas de la tormenta.
Llevás los sueños amontonados
en el canasto de tu bicicleta
y una estrella que le robaste al cielo
siempre en el bolsillo.
Me gusta tu vista de río,
me gustan tus tormentas.
Y quisiera vivir para siempre
en un cielo donde pueda verte correr.

(“Cuando me transforme en río”, de Sofía Olguín, ilustrado por Ornella Pocetti)

* * *

-¿Tanto la ama ese hombre que así brillan sus ojos?
Adentro de la luz, Welenkín y la Destrenzada eran un abrazo silencioso.
El Brujo partía hacia las islas. Y la temporada de lluvias, que pronto transformaría el bosque en una zona pantanosa y hostil, les impediría reunirse por un largo tiempo.
El Brujo de los ojos dorados escuchó las lágrimas que llegaban.
-Piensa en esto… -dijo-. Si el día presente quiere parecerse al día pasado, el tiempo pasa lento y duele. Si el día presente quiere parecerse al día futuro, el tiempo pasa lento y desasosiega. Si el día presente se parece al día presente, el tiempo transcurre en su justa música y acompaña.
Poco después, la Destrenzada se alejó por un camino familiar.
Lo recorrió despacio y sin llorar. No quería que los pájaros la vieran y fueran a contarle a Welenkín que su corazón no había comprendido aquello de los días presentes y los días pasados. Y que, en cambio, penaba por los días futuros.
Después de mucho andar la Destrenzada llegó hasta la puerta de su pequeña casa de madera. (…)
Antes de entrar se trenzó con firmeza el cabello.
Mientras lo hacía, algo cambió en ella. La transformación apenas se percibía en su apariencia: un poco menos redondeada, un poco más niña. Pero era grande el cambio de su alma.
Porque si en ese instante alguien le hubiese hablado de un puma y una joven, Wilkilén se habría puesto a reír creyendo que era un juego.

(“Los días del fuego”, de Liliana Bodoc en La Saga de los Confines)

* * *

De día pertenezco al mundo… por la noche, al sueño y a la eternidad. Pero a la hora del crepúsculo, estoy libre de ambos y me pertenezco solo a mí misma… y a ti. De modo que reservaré esta hora sagrada para escribirte. Aunque esta no va a ser una carta de amor. Tengo una lapicera cuya punta hace rayones y no puedo escribir cartas de amor con una lapicera así… ni con una lapicera con punta afilada… ni de punta roma. Así que solo recibirás esa clase de cartas cuando tenga la lapicera adecuada.

(Carta de Anne Shirley A Gilbert Blythe en “Anne la de Álamos Ventosos”, de Lucy Maud Montgomery)

<3 <3 <3

¡Gracias miles Ale de la O, Natalia Moya, Natalia Rey y Luciana Conci! ¡Con cada desafío al que me invitan me hacen muy feliz!

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