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Leo y reseño

Me pasa cuando leo…

Me pasa cuando leo que a veces soy capaz de percibir una suerte de hilo rojo que atraviesa las ideas de esas historias, y las une con otras que forman mi cotidianidad, más que hilo parece una estela informe, traslúcida, etérea. La asociación libre se forma y se desarma y se agrupa, se mezcla y se disuelve mientras pienso, como las nubes del cielo que construyen escenas efímeras pero potentes. A veces creo que en la lectura atrapé una idea y se volverá un argumento sólido y conciso que me permitirá entender mejor el mundo pero sigo leyendo y descubro que en realidad es un puente que está por unir una idea con otra, pero tampoco, reconozco que es simplemente un camino, ni tanto en realidad, un sendero, de esos en los que una va siguiendo una huella y está segura que es el lugar a pisar hasta que tuerce un poco la mirada y duda si no será ese otro trozo de tierra apisonada. Y mientras termino de decidir, pero como sigo leyendo, aparece otra idea fuerte y otra vez el deseo: ¡es un argumento! pero no, aunque tal vez sí. Como sigo en movimiento en lugar de parar a pensar, quizás no lo sepa nunca. Pero algo toma forma dentro mío, puedo sentirlo. 

Hace unos años me pasó con cuatro libros que leí en la misma época y me dejó hombres grises, pájaros lúgubres, rostros olvidables y una específica noción del tiempo que quedará unida para siempre a esos libros (1). Quizás un verano después me pasó otra vez, con una saga que tocó cada fibra de mi ser con todos sus tipos de magia y me devolvió otra, más fuerte y más segura de quién ser con mi comunidad (2). Hoy es otra cosa, pero estoy percibiendo la misma emoción que encuentra huecos internos donde anidar. Todo indica que será nido de dragones, que pondrá la fe en dioses que son muchos y son uno, que debe ver lo que pasa entre unos y otros, que cree la idea poderosa de que la sonrisa abre portales, que la fortaleza está en la danza y que lo realmente importante es que no falte ninguno (3). 

Estoy leyendo Tiempo de dragones, de Liliana Bodoc, y me he enamorado sin remedio del pueblo arayé y sus dioses Japiripé que son muchos y son uno, y son pequeñísimos con collares y plumas y se la pasan bailando; mientras a la vez descubro a los aranara en mis viajes explorando las tierras de Sumeru en Genshin Impact y los siento tan parecidos: dioses o magias escondidas e invisibles de un mundo vil lleno de monstruos y cubierto de odio; mientras leo mensajes de odio que desbordan las redes y me llevan a mí, junto a miles de otres a marchar en defensa del amor y la certeza de que la patria es el otre. 

Y la emoción se amontona, mientras leo, porque percibo que hay un argumento ahí, que se me escapa, pero que atraviesa mis ideas como una estela y anida adentro, convierte mi alma en un nido de dragón.

Libros mencionados entrelíneas:

(1) El mapa imposible, de Liliana Bodoc; Momo, de Michael Ende; Neverwhere, de Neil Gaiman y El océano al final del camino, también de Neil Gaiman.
(2) La saga de la Historia de los cuatro rumbos, de Márgara Averbach: Los cuatro de Alera (I), La madre de todas las aguas (II), El lugar donde nacen las palabras (III) y El otro lado de la grieta (IV).
(3) La saga Tiempo de dragones, de Liliana Bodoc. Acabo de terminar de leer (por segunda vez) La profecía imperfecta el primer libro de la saga.

¡gracias por compartir!

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