¿Qué distro uso en mi notebook? Un breve comentario sobre mi experiencia usando Linux

Les comparto un artículo que escribí contando mi experiencia usando Linux y por qué creo que es importante que la educación formal haga una apuesta por el software libre. El artículo forma parte del libro «Breve guía sobre Distros» editado por Clementina, un grupo dedicado al software y la cultura libre en educación, del que formo parte. Dejo en el posteo los enlaces para descargar el libro, publicado con licencias Creative Commons. Les espero en los comentarios, gracias por leer y compartir.

Me invitaron a “recomendar” mi experiencia usando Linux y con solo leer las preguntas que me invitaban a contestar cómo índice sugerido mi primera reacción fue agradecer la invitación y salir huyendo. No soy técnica, no sé nada de software, no estudié programación, no tengo nada que decir que aporte conocimiento técnico sobre la herramienta o sobre el uso que hago de ella.

En plena huida, una compañera me dijo algo que me hizo reconsiderar, dijo que la experiencia que pudiera contar desde mi profesión, mi manera de usar la herramienta y mi mirada desde un ‘ser mujer’ relacionada a la tecnología podía ser valiosa para les lectores. Y, estos últimos años, cuando alguien me señala como mujer y hace alguna observación al respecto, me hace sentir comprometida de una manera especial. No necesariamente como una exigencia de que deba sí o sí tomar la palabra, porque no me gusta nunca hablar de lo que no sé. Pero sí de llevar a cabo una acción que es muy propia de cualquier tipo de deconstrucción: esa sensación de que el piso bajo los pies se mueve y de un minuto para el otro la perspectiva desde la que miro el acontecer cambia. Con el tiempo he ejercitado para que este cambio no me tome necesariamente de sorpresa sino que sea algo voluntario, moverme, mover el punto de vista, dar vuelta la cosa, observarla como si nunca la hubiera visto antes, una mirada niña, curiosa, libre. Así fue que evalué otra vez si podía/debía participar de esta invitación. Y tal vez no responda las preguntas indicadas pero sí contaré algunas cosas que quizás sirvan para arrimarse al software libre.

…moverme, mover el punto de vista, dar vuelta la cosa, observarla como si nunca la hubiera visto antes, una mirada niña, curiosa, libre…

Mi nombre es Barbi Couto, soy editora y traficante de libros, bloguera, activista de la cultura libre y varias otras cosas más que aprendí a fuerza de ser curiosa junto a otres. Mi formación es en Comunicación Social lo cual, junto a todas las demás experiencias, me convierte en una trabajadora de la palabra. Así que por ahí fue que vino mi primera migración: Abandonar Microsoft Word por opciones libres. Primero fue OpenOffice y actualmente LibreOffice Writer (debo confesar que ahí seguí las recomendaciones preferidas de los programadores que me acompañaron en la elección). Hace ya tantos años que no abro un Word (ni original ni pirata) que no podría detallar pros y contras o diferencias comparativas; sí puedo decir en cambio que soy una trabajadora de la palabra, editora, bloguera y periodista, el 90% de mi trabajo diario es en procesadores de texto, edito, comento, redacto, dejo anotaciones, resalto, uso negritas, cursivas, diferentes formatos para titulación y párrafo, cuento palabras, caracteres con y sin espacios… y en todos estos años jamás, nunca he extrañado al Word. Al principio usaba estas herramientas libres en PC de escritorio con Windows así que cuando hace un par de años empecé a usar mi notebook con Linux no noté ninguna diferencia en mi cotidianeidad.

Hace varios años con mi amigo Matías Bordone pasamos de ser cómplices en la música a compartir espacios de activismo en cultura libre (yo principalmente desde Ediciones de la Terraza, el sello editorial del que formo parte que publica libros ilustrados con licencias Creative Commons desde 2012) y en software libre + una multiplicidad de cuestiones afines (él) a las que me invitó a acercarme a partir de la participación y organización del FLISOL de la ciudad de Córdoba. Un poco motivada por la curiosidad personal y otro poco por la compañía constante de los compañeros de Libre Base, los debates ideológicos y políticos cercanos a la cultura libre, al acceso a la cultura como derecho humano entre otros, fueron complejizándose, empapándose del debate técnico. “Lo instrumental es político” una frase de cabecera que Matías respira y comparte, se coló en mis propias frases de cabecera. Las contradicciones derivadas del uso de ciertas herramientas privativas con una mirada ideológica se volvieron evidentes y me obligaron a encontrar el espacio y los interlocutores para dar el debate, para enfrentarme con mis razones y argumentar con ellas. Encontrar respuestas parciales, entendidas en términos de procesos que me permitieran plantear un viaje, una ruta que me fueran acercando a un horizonte de mayores coherencias, pero sobre todo de mayor comodidad conmigo misma. De a poco, con calma y entendiendo cuál es la comunidad de la que formo parte, con quiénes debato, sobre qué temas, en dónde se dan esas discusiones, destacado algo que para mí es vital: aceptar/nos hacer/nos preguntas mientras transitamos los procesos, aprender a convivir con la incoherencia para cuestionarla y elegir los pasos a dar y la compañía cómplice para no perder nunca el soporte, el acompañamiento, el sentirse parte de algo a lo que una pertenece, a la propia comunidad. Porque juntos pensamos mejor.

encontrar el espacio y los interlocutores para dar el debate, para enfrentarme con mis razones y argumentar con ellas. Encontrar respuestas parciales, entendidas en términos de procesos que me permitieran plantear un viaje, una ruta que me fueran acercando a un horizonte de mayores coherencias, pero sobre todo de mayor comodidad conmigo misma.

Parte de mis contradicciones incluyen (y por muchos años me ha costado mucho confesarlo) diseñar en programas del paquete Adobe. A lo largo de los años he tenido diversas argumentaciones, todas genuinas: exigencia de los clientes con quienes compartía maquetas, archivo base de todos mis diseños previos con el consiguiente ahorro de tiempo de trabajo, el uso aceitado de la herramienta y la falta de tiempo para la curva de aprendizaje de otras nuevas, etcétera. Con el tiempo, he dejado de dedicarme al diseño gráfico y editorial casi por completo con lo cual también vi inútil enfocarme en la trabajosa tarea de un proceso de aprendizaje nuevo. Pero llegado a este punto considero vital hacer una reflexión que creo importante de compartir con docentes, mediadores. Uno siempre puede seguir aprendiendo y hay cierta magia en esa forma de pararse frente al conocimiento, de aprendizaje constante, de mantener la curiosidad a mano y la posibilidad de crecer y explorar acompañan también un mundo cambiante al que hay que irse adaptando y mirando con atención para descubrir sus posibilidades. Pero el aprendizaje lleva tiempo, vulnerabilidades, espacios de ensayo, de prueba y error. Es vital que las instituciones y espacios específicamente dedicados a la enseñanza habiliten realmente un abanico de posibilidades. El software y las herramientas libres, que son las que permiten la asunción de un rol protagonista de uno como estudiante dentro del proceso de aprendizaje, deben estar presente como primera opción. Yo aprendí a diseñar con software privativo y no fue una elección mía, fue la elección de las instituciones en las que me formé, no hubo ni siquiera menciones de otras posibilidades. Junto al uso de la herramienta se transmitían en los pasillos enseñanzas de pirateo y crackeo de seriales. Y quedaba en un plano invisible esto de “lo instrumental es político”, no había reflexión acerca de qué intereses, qué ideas políticas se enseñaban junto con la herramienta.

Creo que a mí me ayudaron algunas características de mi personalidad que jamás hubiera relacionado con un activismo por el software libre hasta que pude comprobarlas en la práctica. La curiosidad caprichosa del niñe de 4 años que pregunta todo, y el ‘porque sí’ o ‘porque no’ no constituyen respuestas válidas. La perseverancia de superar la quinta página de resultados buscando el foro justo o el blog específico con información fuera de lo común. El desafío constante de pulir la pregunta al navegador todo lo necesario para forzar a que el algoritmo se esfuerce en devolverme respuestas útiles. Por años pensé que eran atributos que formaban parte de mi quehacer periodista. Hábitos que, además de para conseguir mejor información periodística, también me servían para encontrar tutoriales, foros sobre temas de mi interés, entre algunas otras cosas. No fue hasta que empecé a arrimarme a espacios de activismo por el software libre que comprendí que podía –con la compañía adecuada– convertirse en la actitud necesaria para aprender cualquier herramienta libre que quisiera. Desde cosas simples como poder personalizar el fondo de mi escritorio con wallpapers de mis historias favoritas, hasta el aprendizaje de todos los programas que estoy usando ahora y que acompañan mis búsquedas y experimentaciones a nivel laboral y personal. Jitsi para armar y participar de videoconferencias, Kdenlive para edición audiovisual, Krita para manipulación de imágenes, Audacity para edición de sonido, Calibre para ordenar mi biblioteca digital. Formo parte de grupos en Telegram donde una puede preguntar y seguro alguien responde y de paso todo el grupo aprende. Sé que los tutoriales de estos programas son públicos y libres y las respuestas están al alcance de la mano. Sé que si aprendo lo suficiente puedo compartir con otres y sentir también que devuelvo mucho de lo que recibí generosamente de quienes me enseñaron a mí. Porque sucede que cuando el software es libre, se arma una comunidad alrededor, y sumarse a esa comunidad es una experiencia de aprendizaje a la vez individual y colectivo que bien vale experimentar.

Es vital que las instituciones y espacios específicamente dedicados a la enseñanza habiliten realmente un abanico de posibilidades. El software y las herramientas libres, que son las que permiten la asunción de un rol protagonista de uno como estudiante dentro del proceso de aprendizaje, deben estar presente como primera opción.

¿Que qué distro uso en mi notebook? Una que me permite sentirme libre, que me invita a explorar, a experimentar, a aprender; que me permite sentirme parte de una comunidad y con la que puedo compartir todo lo que sé, todo lo que hago y todo lo que soy.

Barbi Couto

PD: Para los que quieren saber posta, mi notebook tiene instalado Linux Mint (el nombre completo lo sabe Matías que instaló la distro que creyó más adecuada para mí). En mi proceso personal yo todavía estoy súper entusiasmada en el uso de la herramienta, todavía no me animo a meter mano en el código, pero la verdad es que una nunca sabe hasta dónde será capaz de llegar cuando le entran las ganas de aprender.

+info y enlaces interesantes

El libro puede leerse online y descargarse de este enlace:
https://clementina.org.ar/Publicaciones/LibroDistros.pdf

Clementina:
https://clementina.org.ar/

Grupo de Telegram del grupo Clementina:
https://t.me/Clementina_SHCL

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