La editorial universitaria de Villa María, Eduvim, inicia un esperado recorrido de recuperación de la obra de Edith Vera. “Las dos naranjas” nos invita a ingresar a un mundo poético cotidiano y bello.
EDUVIM PUBLICA NUEVAMENTE “LAS DOS NARANJAS”, DE EDITH VERA
¿Vamos a recoger hierbas por el mundo?
Haremos un herbario
con hojas y flores,
aún con aquellas que parecen
un murmullo apagado en la arena.
¡Qué bello será tener praderas,
pueblos, montañas, islas,
el silencio de una almendra caída
y el silbido de vientos lejanos
descansando en el cálido abrigo de la falda!
Hay una magia naranja que lanza su hechizo desde la tapa. Tal vez al abrir el libro uno intuye que le espera un viaje similar a tantos otros, pero no. Hay unas pocas páginas formales: portada, legales, prólogo y, de pronto, otra vez la tapa, similar pero diferente. El mismo espíritu, el mismo hechizo, la misma magia y una nueva puerta al libro. Eduvim decidió iniciar la recuperación de la obra de Edith Vera con “Las dos naranjas”, su primer libro editado en 1969, premiado en 1960 por el Fondo Nacional de las Artes, 1er Premio de Poesía “Campaña por una Buena Literatura para el Niño”.
El sello universitario villamariense decidió hacer una edición facsimilar, formato grande, que incluye todos los elementos de la obra original, tapas, legales, ilustraciones de la autora, incluso el colofón (donde están curiosamente detallados los 1070 ejemplares que incluyeron esa primera edición, entre los cuales había ediciones especiales y numeradas con trabajos a color y collages hechos a mano por la autora). Por fuera de ese libro sumó algunas pocas páginas nuevas, incluidas unas sentidas palabras de Beatriz Vottero a modo de prólogo y la elaboración de una nueva tapa, a cargo de la ilustradora Cecilia Afonso Esteves. Uno percibe entonces un libro dentro de un libro, una invitación a la lectura que es, a la vez, una invitación a viajar en el tiempo, a ese espacio-tiempo de Edith, de mañanas de sol, de patios lleno de hormigas, ranas y gatos, de herbarios y juguetes, de noches con luna y el arrullo de las olas del mar. A lo largo de las páginas se va construyendo un espacio-tiempo de la infancia, de sorpresa, de curiosa exploración de los olores, colores y sabores de la niñez. No es un libro ‘pensado’ para niños. Sin embargo, a lo largo del transcurrir de los poemas y las ilustraciones, ordenados en dos secciones (La Naranja Dorada y La Naranja Azul), se vuelve clara la presencia de una autora niña-poeta que nos invita a ver el mundo con sus ojos.
No tuve la suerte de conocer a Edith Vera ni a su obra siendo niña. Sus poemas me fueron llegando sueltos, como papelitos soltados al viento. Un cuentacuentos por acá, una maestra por allá, y el nombre de esta autora-maga volvía a aparecer. Con curiosidad niña, llena de porqués, me preguntaba por sus libros, para conocerla, y no los había. Los poemas llegaban sueltos, como barquitos de papel en los ríos de las lluvias de verano. Y yo imaginaba a esta señora parecida a mi abuela, que me invitaba a jugar a las comiditas al lado de su cocina, y me cantaba a la sombra del gomero de su patio canciones de picos que cortaban las ramas y pisas pisuelas. Hasta que llegaron estas ‘dos naranjas’ y pude comprobar que efectivamente había un lazo entre ellas: las flores, los árboles, las canciones, los poemas, las rondas, las niñas abrazadas recorriendo las plazas de sus infancias, la poesía brotando de sus palabras acunando y arrullando a la niña o niño lector. Incluso su casa cual refugio en el que pasar sus tardes y sus días.
“Estar con ella era dejarse acunar, o a veces como despertarse y sentir que se había caído en el juego de los espejos y solo había que dejarse llevar, en riesgo absoluto, en absoluta confianza”, dice Beatriz Vottero en el prólogo de la nueva edición, y continúa: “Siempre jugaba en serio. Así, de pronto, al alzar con delicadeza exquisita su taza de té en el bar de la esquina donde nos convidaba, comentaba sin sobresaltos sobre la luz de las hojas de lechuga o el sedoso candor de las semillas, o preguntaba si alguien habría visto los nidos nuevos en el roble de la plaza”.
Para jugar con el trigo
no te vistas de amarillo!
Usa el trajecito rojo
y una amapola serás
que se hamaca con el viento
en el dorado trigal.
Me pregunto si la poesía de Edith, que ya tiene cincuenta años, interpela a los niños de hoy. Inmediatamente cambio la pregunta y pienso, no sin cierta angustia, si no les faltarán a los niños de ciudad de estas épocas el tiempo y los espacios adecuados para poder entrenar la mirada de niño-poeta de Edith. Si no les faltarán campo y patios llenos de árboles, y tardes de plaza y nidos y pajaritos. María Luisa Cresta de Leguizamón, quien no solo prologó la edición de 1969 de “Las dos naranjas” sino que además fue quien impulsó a Edith a presentarse al premio del Fondo Nacional de las Artes, detalla en el prólogo: “A poco que reflexionemos sobre la relación infancia-poesía, veríamos cómo se dan allí los mayores puntos de contacto, de identificación muchas veces, entre niño y poeta. Los dos poseen en ejercicio constante, aptitudes muy similares para captar la realidad y el mundo circundante. (…) El campo es más ancho y largo de lo que muchos, subestimando la capacidad del niño, piensan. Las palabras están arrancadas de ese pluriverso que no tiene paradigmas de ninguna clase: donde todo es bello, si es bella la intención del que trata de comunicarlo a los demás”.
Con mi hija de cinco años vuelvo del jardín todos los días en colectivo. En el recorrido hasta la parada me muestra flores, salta baldosas de diversos colores, me invita a hacer crujir los colchones de hojas secas. Ya en la parada, pasamos ratos inconmensurables observando a las hormigas trepar una pared de ladrillos cargando hojas enormes y flores hacia el hormiguero. Me ha dicho que quisiera tener un hormiguero en casa, como una jaulita abierta, llena de hojas ricas para que vivan las hormigas y sean sus amigas. Reconozco a Edith en la mirada de mi hija, y vuelvo a leer los poemas, para seguir buscando en el interior a mi niña-poeta.
“Las dos naranjas” es un libro sutil, lleno de ilustraciones precisas, reconfortantes, con un sinnúmero de poemas bellos en su sencillez, cargados de apapachos, de bichitos, flores, texturas, sabores rebosante de una delicadeza que descubre un costado amable y bello de la vida. Una invitación a recoger la poesía del mundo.
Cecilia Afonso Esteves fue la encargada de crear una nueva tapa para esta edición de “Las dos naranjas”, manteniendo la esencia de la original y aportando un tono fresco con la sutileza tranquila y poética que caracteriza todo su trabajo. La invito a Cecilia a compartir algunas palabras sobre la obra de Edith y las elijo para cerrar esta pequeña reseña-homenaje: “Encuentro mucha ternura en la poesía y en los dibujos de Edith … y una voluntad de protección, de defensa de lo menor, de lo frágil. Veo también una atención al mundo, un estar presente y un llamado a ver. Sus poemas son cromáticos, casi todo tiene un color. También un perfume. Me preguntás por la vigencia de su obra… creo que sus dibujos podrían ser emojis, pero de la más sensible potencia”.
Una biografía, un mito y una nueva estación
Edith Vera fue escritora, maestra, música, directora de jardín de infantes, ilustradora de sus poemas. Pero sobre todo, y antes que nada, todas las biografías que pude leer la retratan sencilla, generosa, de convicciones fuertes y mirada sensible. Aquellos quienes tuvieron la suerte de conocerla y frecuentarla recuperan anécdotas, la retratan siempre con poemas en papeles sueltos en sus bolsillos, listos para volar a nuevos dueños. Trato de imaginarla en su casa, escribiendo esos papelitos para estar preparada en los encuentros fortuitos y poder ofrecer el obsequio-poema. La imagino niña-poeta-generosa de andar cansino y, según dicen, siempre con una flor en su peinado. Rastrear y bucear en su historia abre las puertas a una vida llena de claroscuros, su vida en Villa María, su casa, sus años de estudio y de docencia, la dictadura, los allanamientos y la discriminación que sufrió durante todos esos años, incluso después en años de democracia, su reclusión en su casa a la que ya no dejó entrar a nadie, su vida humilde y a la vez cargada de poesía. El cariño con el que todas esas biografías recuperan su voz, su vida y su obra. Recomiendo especialmente las reseñas e investigaciones que aparecen en Revista Imaginaria, esa revista digital que, a pesar de no actualizarse hace años, es una rica fuente de consulta y del acervo de la historia de la literatura infantil y juvenil de nuestro país. También el libro “Con trébol en los ojos. Vida y obra de Edith Vera” donde Marta Parodi recorre la vida de Edith con gran sensibilidad y cercanía, con el acompañamiento de la propia Edith y además provee muchos poemas inéditos de la autora.
Eduvim será el sello responsable de recuperar gran parte de su obra. Así, esta edición facsimilar de “Las dos naranjas” de solo 300 ejemplares será el primer paso del fin de una espera ansiosa de tantos y tantos lectores que la conocían y la esperaban y la puerta abierta a tantos otros que al fin podrán conocer su obra de primera mano. Le seguirá una edición boutique del mismo título, en tapas duras y formato un poco más pequeño. En una entrevista publicada por el periódico Puntal Villa María el 4 de mayo pasado, el coordinador editorial del sello Emanuel Molina explica: “La idea es publicar toda la obra suya que ya fue editada; es decir, reimprimir lo que la propia Edith supervisó desde su propia voluntad. En lista de espera están “La Casa Azul”, “Pajarito de agua”, “El libro de las dos versiones”, “Tres cuentos en tres nidos” y “De cómo ver cosas que nunca se vieron y hacer cosas que nunca se hicieron”.
Publicado originalmente en La Nueva Mañana en la edición del 28/05/2018: http://lmdiario.com.ar/noticia/70457/vamos-a-recoger-poesia-por-el-mundo