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Para La Nueva Mañana: «Un mundo para espiar»

Les comparto la nota sobre teatro en miniatura para La Nueva Mañana del cuatro de septiembre. ¡Espero que les guste!

«Teatro en miniatura», «cajitas misteriosas», «lambe lambe» son distintos nombres para un tipo de teatro en formato pequeño. En estas cajas, que ruedan por plazas y otros espacios públicos, los artistas le ofrecen al espectador curioso una mirilla para espiar y entrar, por un momento, a vivir una historia única en un mundo diferente.

TEATRO EN MINIATURA

En agosto tuvo lugar la «6a Feria del libro y Festival de la Palabra» en la plaza central de Villa Dolores y en los alrededores de la carpa había varias cajas de teatro en miniatura instaladas cual muestra. A su alrededor, un montón de chicos esperaban en fila frente a la caja que querían ver. Estefanía González, Carosol, Josefina Calvo y Nico Milanesio contaron sus historias a un montón de gente que se arrimó a espiar sus cajas y cuando la tarde acabó armaron ronda para hablar sobre su trabajo como artistas, sobre las historias dentro de cada caja y la magia de este momento íntimo, artístico e irrepetible.

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Foto: Biblioteca Caranday de Villa Dolores (Córdoba, Argentina)

Qué es el Teatro en miniatura

Se trata de un tipo de teatro que ha tenido y tiene varios nombres a lo largo de la historia y dependiendo la geografía. Aquí en la Argentina se le llama «Teatro en miniatura», o también «Lambe lambe», nombre que viene de Bahía donde en el año 1989 las actrices, educadoras y titiriteras brasileras Denise Santos e Ismine Lima crearon esta modalidad de teatro y son reconocidas por ello en toda América y Europa. En México, César Tavera, que es dramaturgo, tallerista, investigador y fundador de «Festibaúl» las bautizó en 2001 «Cajas misteriosas» indicando que la creatividad de los titiriteros se vale del teatro de sombras, títeres de varilla, teatro de papel, marionetas y técnicas combinadas. En todas ellas, la historia transcurre dentro de una caja que tiene un agujero en el frente, desde donde el público observa lo que sucede en el interior. Del otro lado de la caja el artista manipula los personajes y controla la escenografía y las luces en un momento breve de no más de cinco minutos y para un único espectador.

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Nico Milanesio explicando cómo ver, escuchar e intervenir en la función.

Al igual que otras modalidades del teatro, las cajas también requieren de iluminación, sonido, escenografía, vestuario y una cantidad de cuestiones técnicas. Lo que las diferencia es el hecho de que se adaptan a situaciones de calle, plazas, festivales. Al ser autónomas y poder moverse, pueden desplazarse e instalarse en cualquier lugar. Es un tipo de teatro que busca al público, no espera que el público venga. Por eso las cajas intervienen en lugares donde ya está sucediendo algo y la gente pasa por ahí y se los invita a espiar. Sin embargo, los cuatro artistas coinciden en que la principal diferencia recae en la apuesta de dar el espectáculo a un único espectador por vez. Es entonces «lo íntimo» lo que se convierte en el punto de quiebre. «Es el hecho de que te sumergís ‘literalmente’ en una realidad aparte», dice Nico Milanesio, y aclara: «cuando uno va a ver una obra también se da ese momento íntimo, pero en este teatro en miniatura no hay metáfora, literalmente ese ratito estamos ahí adentro». Y dice «estamos» porque tanto el artista como el espectador se compromenten en un estado de complicidad, comparten un mundo poético, particular y misterioso el tiempo que dura la breve función. «Vos sabés que se lo estás mostrando a una persona y cada vez que lo hacés experimentás algo distinto» dice Josefina Calvo, «también estás sintiendo que la otra persona está mirando desde muy cerca y eso crea una intimidad que es muy linda». Carosol lo valora así: «Creo que este tipo de teatro está recuperando el volver a mirar a los ojos al otro, dar la bienvenida a alguien en particular, y hacerlo sentir especial».

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Foto: Biblioteca Caranday de Villa Dolores (Córdoba, Argentina)

Podría pensarse que el espectador, sentado del otro lado de la caja, se limita a ver y escuchar desde un rol pasivo, pero no es así. Josefina cuenta que a veces los escucha reír o asombrarse. Estefanía González agrega: «los niños se animan mucho a expresar todo lo que van viendo y sintiendo, en suspiros, en asombro. Con cada uno es muy distinta la respuesta y eso es genial porque cada caso es muy único». Además, a veces, el artista decide que el espectador deba cumplir un rol importante en la historia. Es el caso de la historia de Carosol, donde la persona que ve y escucha debe responder una pregunta y se convierte en cómplice de un deseo que se cumple dentro de la caja. O en la de Nico, donde el que espía debe sostener con el dedo la cuerda sobre la cual hace su función el personaje equilibrista. El nivel de participación varía también de acuerdo a la historia que cada titiritero quiere contar pero como dice Caro: «Me parece que al estar ahí re presente, ya está actuando, porque no se completaría la obra si no estuviese ahí mirando».

Lo mismo pasa al revés. Sin el artista detrás de la caja, cumpliendo su rol de manipulación, «la cajita no pasaría de ser un objeto de decoración», explica Nico, «la vida la cobra ahí cuando uno ingresa al o a los personajes. También hago teatro y títeres más tradicionales, pero en este me siento más ‘responsable’ de lo que suceda, primero por estar uno solo y después porque del otro lado también hay uno solo. Me siento muy conectado en ese momento, uso mis manos adentro de la caja y mi voz en cada función y eso me pone presente. No es estar hablando ‘sin alma’. No quiero estar diciendo el texto de la escena y estar pensando en qué voy a cocinar para la noche. Trato de ‘estar ahí’. Estar conectado con esa escena. En mi obra el personaje le dice al espectador que ese ratito han volado juntos», concluye Nico.

Cada cajita, un mundo

La cajita de Josefina Calvo está basada en un fragmento del libro «Dragón», de Gustavo Roldán, adaptado para el teatro en miniatura. El personaje es un dragón que interactúa con una pluma, con música de Santiago Vázquez, que el espectador escucha por auriculares. Josefina es ilustradora y su caja tiene un cuidado estético tal en la escenografía y la producción que es una pequeña obra de arte.

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Foto: Josefina Calvo
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Foto: Josefina Calvo

Carosol, quien además es narradora de cuentos, ya trabajaba con objetos pequeños aplicados a cuentos u obras de títeres. Para ella, se trata de un universo particular de cosas que nos rodean y esconden en su formato diminuto un gran potencial. Su historia está conformada por poemas de Ale Reymond, poeta de Córdoba, fragmentos de una obra del dramaturgo italiano Daniel Finzipasca, hilvanados con textos de su propia producción. La obra además utiliza sonido vivo, mezclando el relato oral con sonidos de cajitas musicales y cascabeles.

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Foto: Biblioteca Caranday de Villa Dolores (Córdoba, Argentina)

Estefanía cuenta una historia de ella sobre un bicho bolita, editada junto a una selección de músicas y sonidos, dentro de una caja con forma de regadera. El espectador ve a través de una lupa, lo cual agranda la escenografía y los personajes. Pero para trabajarla, como todo es muy pequeño, Estefanía reconoce que tuvo que tener muchísima paciencia.

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Foto: Biblioteca Caranday de Villa Dolores (Córdoba, Argentina)

Nico no usa audios grabados ni auriculares, sino unos aparatos de mangueras y latas, como cuando era chico y jugaba a los teléfonos, por donde le habla al espectador. Cada función cambia porque la obra tiene una estructura que se mantiene pero también una parte improvisada. Su caja es el salón ambulante de «La Compañía de teatro pobre» y su concepto se inspiró en la idea del circo pobre de González Tuñón. Por eso los personajes están construidos a partir de cosas encontradas, son reciclados. Su cajita tampoco tiene escenografía sino que propone una caja negra, neutra, sin un diseño específico. La obra es una adaptación de una obra de Santiago Mateos, que nació desde la narración en teatritos, después derivó en un libro «El romancero embichado», de la editorial El Sombrerero en la que hay personajes de circo, entre ellos un equilibrista que Nico usó de inspiración para la adaptación.

Un mundo colectivo

Aunque parece una actividad individual, hay algo importante que resalta Josefina: «En realidad vos estarás de un lado y el espectador de otro y no sabés qué es lo que verá el espectador. Entonces siempre cuando estás construyendo la caja necesitás que alguien haga lo que vos hacés como titiritera para poder ver si funciona o no». Lo colectivo define a la actividad. No solo los titiriteros se acompañan mientras trabajan en la construcción de sus cajas sino que además nunca, o casi nunca, actúan solos en algún lugar, sino que buscan encontrarse en festivales o espacios públicos donde ya sucede algo. Como dice Estefanía: «funciona colectivamente porque, vistas de afuera, todas las cajas juntas son como una exposición también».

Josefina, Estefanía, Carosol, junto a Margarita y Verónica que no estuvieron en la entrevista, conformaron hace pocos meses el «Colectivo de teatro en miniatura» que forma parte de la «Agrupación de titiriteros de Traslasierra». Nicolás forma parte del recién creado Colectivo Titinerante de Sierras Chicas, formado por grupos de Mendiolaza, Unquillo y Río Ceballos y con formato de títeres y narración oral, y que está pronto a salir de gira los próximos dos fines de semana con un ciclo que se llama «El interurbano de títeres» por Unquillo, Agua de Oro, Villa Allende y Río Ceballos, con funciones de teatro en miniatura en todas las funciones del ciclo.

Así como ellos, hay muchos artistas haciendo teatro en miniatura y cuando viajan se van buscando. En Córdoba Capital hay cajas desde hace años y de a poco se va armando una especie de red entre las cajas de acá y de otros países. Carosol lo pone en estas palabras: «Se arma como una gran familia de teatro en miniatura, que empezó siendo muy pequeña y que va creciendo más. Nos seguimos conociendo y asombrándonos de las creaciones de cada uno. Porque son como universos muy particulares, únicos y por explorar todavía». Se han hecho encuentros en Avellaneda, la Patagonia, Chaco, mencionan los entrevistados, en los que salen masivamente a invadir las calles de cajas. Pero es en Valparaíso donde se organiza desde 2014 el Festilambe que reúne a veinticinco cajas de distintos países. La gente allí ya está muy acostumbrada a ver las cajas, ya saben de qué se trata.

«Acá», reconoce Carosol, «todavía estamos en ese primer proceso de que la gente se anime a espiar. Porque a veces parece fácil, pero no lo es. La curiosidad la tenemos todos, pero romperla e ir un poco más allá, a veces es un poco más complejo».

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Esta nota fue publicada en la edición impresa y digital de La Nueva Mañana, el lunes 4 de septiembre de 2017, sección Cultura & Espectáculos. Fuente original: https://lmdiario.com.ar/noticia/20090/teatro-en-miniatura-un-mundo-para-espiar

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¡gracias por compartir!