Reseña de La Esposa del Conejo Blanco, de Gilles Bachelet, editado por Adriana Hidalgo, en su colección Pipala, en 2016.
La mirada de la Esposa del Conejo Blanco atraviesa amenazante el living de la casa, donde plumerea un estante con su bebé a cuestas, hasta los ojos del mismísimo lector, no vaya a ser cosa que no sepamos desde la tapa misma que ella está a disgusto con su vida.
Apenas abierto el libro y atravesadas las guardas en pleno amarillo sin dibujos ni distracciones, la portada nos presenta una plancha quemando el chaleco del famoso Conejo Blanco. Por si la tapa no había sido indicio suficiente, algo claramente comienza mal. Otra vuelta de página y nos encontramos con una fotografía familiar, posada, prolija, madre y seis niños primorosamente vestidos para el momento y el Conejo Blanco, que viene a ser el padre y esposo, con ceño fruncido mirando la hora ya sabemos en qué reloj, ansioso por retirarse de la escena familiar. Es en la próxima vuelta de página en la que todo empieza. El libro, de formato grande y tapas duras, completamente ilustrado, es un diario íntimo de la Esposa del Conejo Blanco, sí, el famoso personaje de reparto en la famosísima historia de Alicia en su viaje al País de las Maravillas. Pero esta no es la historia del Conejo sino de su esposa, de quien no sabremos ni siquiera el nombre en ningún momento del libro. En las páginas de su diario ella enumera sus cuitas y hace su catarsis. 30 años y la vida que lleva está muy lejos de aquella que había soñado, quizás escribiendo historias maravillosas llenas de personajes extraordinarios. Es en la ilustración donde en las escenas con exteriores asoma ese mundo de las maravillas, donde incluso es posible reconocer una multitud de personajes del cuento clásico, las cartas, el gato risón, la oruga, la misma Alicia… Pero sobre todo donde uno como lector asoma la vista a la vida cotidiana de esta coneja y toma conciencia de la envergadura de sus preocupaciones, por sus hijos, el cuidado de la casa, la soledad de su rutina, como si ni siquiera alcanzará con el texto de un diario íntimo para que una mujer, madre, ama de casa, pudiera reflejar honestamente su desazón.
Alta, de porte imponente, gesto adusto y siempre de vestido verde oscuro, alterna dos actitudes: o lleva delantal y está desbordada por alguna tarea doméstica; o lleva sombrero y abrigo con volados cuando sale de la casa para algún trámite o gestión. Solo aparece relajada y luce una sonrisa en la página en la que imagina el placer inconmensurable que sentiría si su esposo participara de su cotidianeidad.
Avanza el libro y uno como lector, me corrijo, una como lectora, o al menos yo, dudo cuál actitud gana en mi lectura, si la necesidad abrumadora de sacudirla y hacerla reaccionar o la empatía sorora de darle un abrazo y sentarnos a charlar para encontrar juntas solución a sus problemas que son los de tantas.
Ya sobre el final, la nota del autor explicita justamente eso mismo, que el autor del libro, de los textos y de las ilustraciones, es un autor y no una autora. El Conejo Blanco lee el diario de su esposa y trata de remediar todo -o algo- con un gesto amoroso y una mirada compungida.
Gilles Bachelet le dedica una atención minuciosa a cada página cual escena de una composición barroca, cargada de cientos de detalles deliciosos. Construye una identidad para cada hijo e hija coneja y para la sufrida Esposa. El resultado es un libro polémico, que genera sensaciones, empatías, broncas, sentimientos de injusticia y con el marco de un maravilloso mundo de cuentos que todos conocemos tan bien, quizás es su forma de decir que no todo es jamás lo que parece, y que hasta el más maravilloso de los mundos tiene sus secretos y personajes sufrientes puertas adentro. Me quedo con la duda eterna de cómo hubiera sido el final del libro si la autora hubiera sido una mujer.
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La Esposa del Conejo Blanco
Textos e ilustraciones de Gilles Bachelet
Pipala, Adriana Hidalgo, 2016
ISBN: 978-987-3793-65-3