A propósito del día de la Libertad del Software (y principalmente porque conocí el término de jardín digital y me enamoré) fue que salieron estas palabras, desordenadas, caóticas, personalísimas. Como empieza a suceder por estos días con los brotes en todos los jardines y terrazas, que ya sienten en el aire la llegada de la primavera, así me pasa a mí, que me dio por ponerme a sembrar ideas en este blog mi eterno jardín de ideas e intereses. Les invito a leer, navegar, compartir y comentar.
Quiero tomarme un rato para hablar de software libre. Y creo que para honestidad con todos ustedes es importante que arranque diciendo que no sé nada de software libre. O me corrijo, que no sé nada de software, la parte de “libre” es la que me ha acercado al tema. Técnicamente hablando, en el campo del software soy extranjera/foránea vengo de otro palo, habito otro lugar. No conozco su lenguaje, ni sus costumbres, muy poco de sus historias, pero sí conozco alguna gente de ese maravilloso lugar, que por trabajo o entretenimiento, pero mayormente por activismo, tuvimos la ¿suerte? de coincidir en algún espacio/encuentro. Me refiero sobre todo a mis amigos de Libre Base. Nos entendemos poco. Cuando les cuento sobre las problemáticas del mundo editorial les debe pasar más o menos como a mí cuando ellos me cuentan sobre problemáticas de programación. Cuando iniciamos un diálogo estamos siempre construyendo un encuentro raro, con un “otro” con el que sabemos que tenemos coincidencias, pero cómo estar cien por ciento seguros de qué queremos decir si no comprendemos los lenguajes específicos, los lenguajes de las palabras técnicas, las que describen y explican el quehacer de cada uno. A veces siento que cuando hablo con gente del software o leo sobre software es como si hablara o leyera digamos…. ¿en francés? Estudié muchos años inglés, lo tengo olvidado y fuera de práctica pero sé que si hablo o leo en inglés, con esfuerzo, poniendo un poco más de tiempo y de atención, lo entiendo. Con el francés (o el italiano) no. Hay una raíz latina que me permite sentir que percibo algo así como la idea principal (a veces y con suerte), una suerte de esencia de lo que tal vez confío o espero que estén tratando de decir. Para comprobarlo me hace falta llevarlo a mi lengua madre o coincidir con un traductor. Aunque más no sea un traductor en inglés para acercarlo un poco a mi zona de confort. Hay un problema de lenguaje, de las palabras comunes para poder entendernos.
El software
Llegué al “software libre” en un rodeo largo donde la intersección, el puente, fue la palabra “libre” de esa “cultura libre” desde la que yo vengo. Pero son dos mundos diferentes, donde la palabra “libertad” tiene connotaciones ligeramente distintas. No fue hasta que conocí a esta gente y entendí las cuatro libertades del software libre, que comprendí cabalmente qué implicaba abrazar la “cultura libre” como un paradigma de producción cultural. Pero más importante aún, no fue hasta que comprendí esas cuatro libertades que terminé de entender todo lo que nos quitan las grandes corporaciones del software privativo, y de la mano (porque siento que van de la mano) el paradigma del capitalismo/marketing cultural: esto es la enorme posibilidad de ser protagonistas reales y genuinos del uso que hacemos de la tecnología y de nuestras vidas, ese camino que nos lleva de ser usuarios/consumidores a verdaderos protagonistas.

Empecé usando LibreOffice y desterrando Microsoft Office de mi vida, hace tantos años que ya no lo recuerdo, no lo extraño y me cuesta entender por qué empresas e instituciones ¡y gobiernos! pagan licencias millonarias por un programa procesador de texto como el Word que puede reemplazarse igual de bien en versiones de software libre. Hace varios años instalé Linux en mi notebook (obviamente fue un amigo quien lo instaló, no yo, el enorme Matías Bordone) porque dije: sostengo windows en mi pc por las dudas y por algunos programas específicos pero me animo a explorar en la notebook ¿qué puedo perder? Respuesta: no perdí nada pero la ganancia no para de crecer. Sucede (entre otras cosas) que la PC fue quedando vieja y la notebook es más nueva y mejor máquina, entonces es más lindo usar la notebook, es más rápida, se navega mejor. Pero pasó algo más: mi trabajo fue migrando de usos más especializados con programas privativos específicos en flujos de trabajo con otra gente que los usaba, a trabajos más ligados al periodismo, la escritura y la edición. Para cuando me quise dar cuenta habían pasado semanas/meses sin prender la PC, solo había usado mi notebook con software libre y todas mis tareas laborales (investigación, redacción, edición, videoconferencias, seguimiento de proyectos y publicación digital) las podía desarrollar desde mi máquina. Llegó la pandemia y con ella las videoconferencias y elegí usar Jitsi, que es el programa que mejor funciona en mi casa y de pronto me encontré leyendo tutoriales, compartiendo un canal de Telegram como grupo soporte de los problemas que pudieran surgir, compartiendo lo que aprendía con tanta gente que perdí la cuenta, me sentí realmente parte genuina y real de quienes defienden la soberanía tecnológica, empecé a entender ‘en la práctica’ de qué se trata trabajar y usar una herramienta sin que ella te use, sin darle bits bits de datos personales para que después los use persuasivamente contra mí. Hoy, varios meses después, haría exactamente la misma elección.
Surgió de pronto la necesidad de editar videos, instalé Kdenlive y aprendí a usarlo, rudimentariamente claro, pero aprendí en unas pocas horas con la ayuda de otro grupo de Telegram que funciona como foro de usuarios. Hoy por hoy participo además en un grupo de Telegram sobre Software Libre y Educación que está trabajando en la creación de Clementina.org.ar un grupo creado para difundir la cultura libre en educación. Las herramientas del software libre están ahí, libres, y además gratis -que no es lo mismo-, hay una comunidad atenta, pero hay algo más (que entiendo que para muchos puede ser un menos) hay que poner el cuerpo, hay que buscar, hay que aprender, hay que -y permítanme la expresión- empoderarse. Lleva trabajo, tiempo y reflexión ¡pero es buenísimo!
No soy y nunca fui “la chica de sistemas” a pesar de haber tenido informática en los 90s y aprender algunas rudimentarias líneas de DOS cuando recién aparecían las computadoras clones, nunca me llamó la atención, desde aquellos años me sentía más ligada a la palabra. No fue hasta hace poco que entendí que la programación es un lenguaje y que si realmente quiero empoderarme en el uso de la tecnología, más tarde o más temprano tendré que aprender ese idioma.

Los jardines digitales
Hoy me enamoré. Navegando por redes libres di con el boletín de Sursiendo y a través de él con la mención de esto que llaman “jardines digitales”, como un lugar más libre que los blogs, más de la internet de la primera época y la personalización de los espacios propios. Mientras leo, y entiendo realmente poco, casi como si estuviera leyendo en francés, creo que soy capaz de atrapar algo de la esencia y que la idea de esa esencia me representa, creo que es lo que quiero hacer. Creo que mi imposibilidad histórica de encontrar las categorías, tags y menús en mi blog eneroenlaciudad.com.ar, que cambien constantemente, que se multipliquen, hibriden y articulen, tiene que ver con que lo siento un jardín (mi terraza de hecho) donde me gusta experimentar con los temas que me intrigan y me movilizan. Y en el medio aparecen notas, y docs, y pads (virtuales y físicos), montones de cuadernos caóticos llenos de información, un acumulaciento de pendientes, de lecturas, escrituras e intereses que me rodean y me desbordan. Navego y viajo por decenas de páginas, en todas ellas dice que para poder elaborar mi propio jardín digital tengo que saber algo básico de programación, todos los caminos me llevan a GitHub. Llego (como siempre pasa) a un post de Artica, leo, acreciento el enamoramiento y dejo un comentario (costumbres de otras épocas esto de comentar los blogs) ¡y me contestan! “Creo que nos vamos dando cuenta de que tendemos a la jardinería cuando la barra lateral y los menús se nos empiezan a poblar de pequeños widgets y listas de links y nubes de etiquetas y en un momento decimos «qué lástima que todo esto quede confinado a la barra lateral y no empiece a invadir toda la página». En fin, cuando notamos que queremos experimentar con distintas formas de producir, organizar y compartir conocimiento” dice Jorge y leo sus palabras como si fueran mías. Pienso capaz que mi manera de ser lo que soy y plasmarlo en mis espacios virtuales quizás tenga que ver con abordarlo como si fuera un jardín (la idea me entusiasma porque quizás sea el único jardín al que yo sea capaz de dar vida). No sé nada de siembra, ni de programación pero la idea me parece que prendió como semilla en buena tierra.

Las redes sociales
Hubo algo en todo lo que leí, o tal vez una asociación libre entre esto del empoderamiento del uso tecnológico y el estar atrapado en la redes sociales, que me llevó a empalmar estas lecturas directo con el documental “El dilema de las redes sociales” que estrenó hace poco en Netflix y que recomiendo fuerte. Siempre me costó entender por qué mis amigos del mundo del software libre no usan redes sociales, por qué las odian, por qué se ponen tan ariscos cuando uno les pregunta cuál es su facebook. Creo que todos tenemos que ver ese documental para entender cabalmente qué es lo que sucede. No es lo mismo saber lo de la dopamina que nos llega al cerebro por cada “me gusta” o “comentario” que recibe un posteo propio en las redes, que entender la lógica de funcionamiento que tienen detrás: el quitarnos por completo la capacidad de empoderamiento. El convertirnos en usuarios manipulados para sostener el scroll de la pantalla por toda una tarde y guiar paso a paso nuestros clicks y elecciones. A principio de este año y después del FLISOL me embalé y me hice una cuenta en una red social libre: Mastodon. Elegí una instancia mágica que mezclaba piratas con libertad y arte y ahí planté mi cuenta. Entendí eso que decían mis amigos del software libre, que esas redes libres son diferentes, que nadie compite ahí por los seguidores o los me gusta, que están vacías de la violencia de Twitter, que incluso a veces parece que no pasara nada, o al menos eso vemos los que llegamos desde estas otras redes buscando que el mundo gire a nuestro alrededor. Nada es así por esos lados, pero se respira libertad.
Entiendo ahora a mis amigos del software libre, por qué no tienen redes sociales. Yo no pienso irme de Facebook, ni de Instagram, ni de Twitter o quizás sí, algún día, no hoy. Porque formo parte de otro ámbito, de otro lugar, con otro idioma, y me interesa hablar con ustedes, hacernos preguntas, explorar respuestas, porque me interesa estar acá, donde sea que sea eso, para decirles que hoy me la pasé pensando en el software libre, en la libertad y el empoderamiento, en las ganas inmensas que tengo de armar y hacer crecer un jardín digital y que para eso necesitaré aprender programación, necesitaré tiempo y deberé robárselo al scroll infinito de una pantalla de celular que me llama a notificación pura constantemente. Que soy una enamorada de la palabra y quizás lo que necesito es aprender un nuevo lenguaje, que la curiosidad no me falta y finalmente… que me disculpen el divague, sucede que vi que el tercer sábado de septiembre es el día del software libre y que no sabré nada de software pero gracias a estos amigos sí sé lo que implica la parte de “libre”, y que tiene todo que ver conmigo, con la cultura libre que tanto defiendo y con la capacidad que tenemos como humanidad de sentir curiosidad y que esa curiosidad despierte las ganas, abra las puertas y nos permita encontrarnos para pensar juntos, para aprender juntos y juntos construir una sociedad mejor. Eso nomás. ¿Será este texto la semilla de mi jardín digital, el que pienso armar en la terraza que siempre ha sido Enero en la ciudad?
Los espero en los comentarios, y también los invito a dar ese primer paso, el software libre no es ni más ni menos que una posibilidad de -entre tantísimo más- dar un paso al frente y volvernos protagonistas de nuestra vida digital.
Más información que puede ser interesante
Libre Base: https://librebase.org.ar/
Clementina: http://clementina.org.ar/
Jardines digitales: https://joelhooks.com/digital-garden
Ártica Centro Cultural Online: https://www.articaonline.com/
Mi amigo Matías Bordone de quien ya hablé más arriba fue el primer lector de este artículo y me convida generosamente este texto para quienes puedan y quieran, como yo, arrimarse a este mundo como viajero curioso sin conocimientos del lugar o del idioma, je. ¡Gracias Bordone!
«Usar software libre puede ser un proceso complicado si no tenemos una pequeña guía o ayuda que nos permita mitigar la migración de nuestra computadora a sistemas totalmente libres. Les proponemos acercarse a la lectura del siguiente artículo: How to: pasarse al software libre y no morir en el intento. https://www.infotechnology.com/online/How-to-pasarse-al-software-libre-y-no-morir-en-el-intento-20160714-0007.html
También, es recomendable buscar comunidades con las cuales compartir y aprender; por ejemplo, todos los años se hace, en diversas ciudades de Latinoamérica (entre ellas, Córdoba), el festival latinoamericano de instalación de software libre. Conocido como FLISoL, es el evento de difusión de software libre más grande en Latinoamérica y dirigido a todo tipo de público (estudiantes, académicos, empresarios, trabajadores, funcionarios públicos, entusiastas y aun personas que no poseen mucho conocimiento informático). En Córdoba la lleva adelante el grupo de librebase.org.ar; si lo desean, pueden entrar a su página para ver los festivales de los últimos años y contactarse».
24 herramientas de software libre para el aula: https://cedec.intef.es/24-herramientas-de-software-libre-para-el-aula/

Respuestas
No puede evitar la tentación que quedo en mi paladar rondando desde que ayer los nombraste: jardines digitales. Así que llegué hasta tu post. Estoy fascinada, que hermoso es sentir que nuestros pequeños caminos de hormiga coinciden y, además, hay jardines inexplorados para nuevas travesías !!Graciassss! Cande
¡Hola Cande! Vos sabés que dije: «se lo mencioné pero mirá si le voy a mandar un viernes un post larguísimo, me va a sacar corriendo» jajaja y arranco el día y me encuentro con tu comentario. Eso le llamo estar sincronizadas! Es mágico el concepto de «jardines digitales» ¿viste? Imposible que pase desapercibido, me encantó. Tenemos que hacer algo con esto, je.
Esto de los jardines digitales me hace pensar en la IndieWeb, que es un movimiento con cierta remembranza a la web de finales de los 90, principios del 2000 [ver ¿Qué es la IndieWeb?: https://ciudadanob.com/blog/2018/03/27/que-es-la-indieweb/%5D. «Más y más personas están redescubriendo sus sitios web personales como una alternativa a las redes sociales, lo que provee más control y libertad de expresión. Es hora de conectar nuestros sitios aún más allá y crear un tejido interconectado que le permita a cada individuo participar en un debate abierto – respondiendo, desafiando y reconociendo las ideas de otros a través de un universo de sitios personales», traducido de https://matthiasott.com . Hay plug-ins para poder empezar con WordPress, pero no hay tutoriales en español (les pregunté ayer). Y para leer su wiki hay que servirse una copita de champagne y ponerse la boina francesa, jaja!! El sitio web es indieweb.org y si andás bien con el ‘listening’ te recomiendo un video que está en Youtube y se llama: Tantek Çelik – The once and future IndieWeb. Saludos y bon voyage 😉
Hermoso todo lo que contás, Barbi! Gracias por un poco de paz y templanza… y por este viaje de palabras!
Gracias Caro, poder encontrar las palabras para escribir este post fue un viaje interno también, entre el aturdidero que es el día a día, la posibilidad de despejar un poco la cabeza y tratar de ordenar las ideas aunque más no sea encontrándoles palabras. Me alegro mucho que te gustara y ¡mil gracias por compartirla en tu canal!
Gracias Totales por compartir este texto! Como ecóloga de plantas, todo lo que remite a un jardín me atrae poderosamente, creo que la palabra jardín es poderosa en si misma. Leyéndote, me descubrí comprendiendo el por que he venido huyendo de formatos de páginas web hiper estereotipadas, que en el ámbito académico en el cual trabajo son mandato. Gracias por los links, me queda mucho por aprender y por compartir. Leyéndote, también recordé este texto, inspirado por un jardín: »
«(…) lo que más se hace con los amigos de Facebook es numerarlos. Pero la amistad es una narración. La época digital totaliza lo aditivo, el numerar y lo numerable. Incluso los afectos se cuentan en forma de likes, Lo narrativo pierde enormemente relevancia. Hoy todo se hace numerable para poder reducirlo al lenguaje del rendimiento y la eficiencia. Además, el número hace que todo sea comparable. Lo único numerable es el rendimiento y la eficiencia. Así es como hoy todo lo numerable deja de ser. Pero ser es un narrar y no un numerar. El numerar carece de lenguaje, que es historia y recuerdo.» ( Byung-Chul Han, Loa a la Tierra: un viaje al jardín)
Gracias Ana por pasar y comentar, ¡qué hermoso texto que compartiste! Te cuento que a mí me pasó lo mismo, el término «jardín» me parece una palabra con una gran fuerza, me enamoró casi sin saber de qué se trataba. Pienso que el caudal de asociaciones personales que uno suma a la palabra otorga aún más entusiasmo, en mi caso además de mi terraza llena de plantas que toleren el sol intenso, sumo incluso películas como «El jardín secreto» o «Como si fuera cierto» donde de pronto el jardín además de las ideas de crecimiento, de vida, de naturaleza, suma ideas cercanas a la magia, a la amistad, el amor, la belleza y tanto más. ¡Abrazo!