Les comparto un breve texto que escribí para un curso que estoy tomando. Habla un poco de los libros y las palabras, pero más de aquel que ama tanto los libros y las palabras que no puede más que compartirlos.
Las palabras brotan de la risa o el hastío. Pueden meterse en el miedo y cultivar la locura, pueden abrir la puerta para ir a jugar, pueden traspasar la emoción o salvarnos la vida. Pueden preservar la memoria y construir la identidad. Pueden contar la historia del mundo, construir murallas y tender puentes. Como en una sinapsis, pueden transmitir la pasión.
Un libro es la caja de Pandora de las palabras. Cuando alguien se anima a abrir uno, todo puede pasar. Las palabras salen y contagian, se esparcen como un virus o un perfume, alcanzan a quien respire su aire y lo transforman con su poder.
Solo se necesita de alguien que abra la caja. Alguien curioso, con el valor de enfrentar la magia y el misterio. Alguien que se anime al acto creativo y la experiencia espiritual de convertirse en un lector, en dejarse contagiar y con su arrojo convertir ese texto encerrado en obra literaria, en poesía.
Ese valiente es un sujeto que lee y se transforma. Un holgazán que se resiste al embrutecimiento al que nos aliena la vida. Que encuentra en ese amor por la lectura su prestigio.
La risa es contagiosa. Tanto, que alcanza con ver reír a alguien para empezar a sonreír. El bostezo es contagioso. Tanto, que alcanza con ver a alguien bostezar para no poder evitar hacer lo mismo.
Alguien que lee es contagioso. Alcanza con compartir la vida con alguien que lee para querer hacerlo también. El perfume que brota de sus manos y sus cajas con palabras nos alcanza y nos transforma.
Ese tipo apasionado puede ser un mediador. No un promotor cargado de palabras vacías, cáscaras de un mundo sin imaginación, no un intermediario que se queda con su porción solo por haber estado ahí. No, ese tipo es un mediador, tiene lo que hace falta, curiosidad, compromiso, pasión y las palabras que ha obtenido de sus libros. La poesía lo rodea porque él la hace posible y entonces no tiene más que extender sus manos cargadas de libros para armar la ronda y contagiar poesía a su alrededor.